Hace algunas semanas Diego Torres fue noticia en los diarios de la Argentina. Esta vez, poco tenía que ver con su carrera y con la edición de su esperado Buena vida, octavo disco en estudio de una prolífica carrera de éxitos en el continente. La noticia era que el cantante y compositor se “exiliaba” en Miami. La palabra exilio, se sabe, tiene amargas connotaciones para los hispanos, pero muchos medios contrarios al gobierno actual de su país, usaban la nueva residencia del artista como botín de guerra. “En realidad hace mucho tiempo que paso varios meses del año acá”, explica el cantante argentino. “Ahora con la salida del disco y para estar cerca de mi familia, decidimos instalarnos. Miami por su ubicación te permite estar cerca de un montón de países. Me viene bien a nivel trabajo. Además, esta ciudad es un lugar que disfruto y en el que tengo amigos. Ando en bote y tengo un grupo de fútbol, ya que me gusta mucho ese deporte”.
“La controversia tiene que ver con la situación política de Argentina”, informa el ganador de tres Latin Grammy. “Por eso también el título de una entrevista que me hicieron que decía algo así como que “me voy definitivamente del país”. Algo que no es cierto. Estoy un poco acá y otro en Buenos Aires. Así es nuestra vida, lo que pasa que con la situación un poquito crispada de allá venía bien un título de esa forma”.
Como los discos anteriores del artista, Buena vida, que contó con la dirección de los productores Rafael Arcaute (Argentina) y Julio Reyes Copello (Colombia), respira ese optimismo capaz de cambiar el ánimo hasta del ser más desdichado. Torres sabe apelar a melodías dulces y letras inspiradoras. Es como un gurú de la canción orgánica.