(Miaminews24).- El domingo el nombre de dos peloteros que comenzaron sus respectivas carreras en circunstancias muy distintas, quedaron inmortalizados en el Salón de la Fama.
Ken Griffey Jr y Mike Piazza fueron exaltados formalmente como nuevos miembros del recinto, tras cumplir trayectorias tan destacadas como contrastantes en las Grandes Ligas.
Griffey es el único pelotero seleccionado como primero en el draft que ha terminado en el recinto de los inmortales. En contraste, Piazza fue reclutado en la 62da ronda de 1988, en el puesto 1.390, el menos destacado entre todos los inmortales de Cooperstown.
«Al estar aquí me siento humilde y abrumado», expresó Griffey, ante sus familiares y unos 50.000 espectadores. «No puedo describir cómo se siente esto».
Piazza llega al Salón de la Fama en su cuarto intento. Griffey, quien jugó 22 campañas con los Marineros, los Rojos y los Medias Blancas, fue elegido con un récord de 99,32% de los votos, una ratificación de su limpio desempeño durante la llamada «Era de los Esteroides».
Votado en 13 ocasiones para el Juego de Estrellas y ganador de 10 Guantes de Oro, Griffey sacudió 630 jonrones, la sexta mayor cifra de la historia, y produjo 1.836 carreras.
Asimismo, fue el Jugador Más Valioso de la Liga Americana en 1997, remolcó al menos 100 carreras en ocho temporadas y conquistó siete veces el Bate de Plata.
Griffey, quien se quedó a tres votos de ser el primer pelotero elegido por unanimidad para el Salón de la Fama, conectó 417 de sus jonrones con Seattle. Jugó las primeras 11 campañas de su carrera con los Marineros, y permitió que ese equipo disputara las dos primeras postemporadas en su historia.
Piazza no tuvo que recordarle a nadie que su carrera fue difícil. Reclutado sólo antes que otros cinco peloteros en el draft, jugó 16 años para cinco clubes. Totalizó 427 cuadrangulares, incluidos 396 como cátcher, un récord de las Grandes Ligas.
Nada mal para un jugador que sólo fue seleccionado porque Tommy Lasorda, amigo cercano de su padre y manager de los Dodgers de Los Ángeles, lo recomendó.
A diferencia del talento innato que todos veían en Griffey, Piazza debió convencer a muchos de su valía. Tuvo problemas en sus primeros años y estuvo a punto de renunciar al béisbol cuando militaba en las menores.
Pero volvió y perseveró pese a la dura transición de primera base a cátcher y a las críticas de sus compañeros sobre su desempeño errático.
«Mi papá siempre soñó con jugar en las mayores», dijo Piazza, apenas el segundo miembro del Salón de la Fama que usa la gorra de los Mets, junto con Tom Seaver, entronizado en 1992. «Él no pudo cumplir este sueño por las realidades de la vida. La fe de mi padre en mí solía ser más grande que la mía, y es el factor más importante por el que me exaltan al Salón de la Fama. Gracias, papá. Lo hicimos. La carrera ha concluido».
Se le eligió 12 veces para el Juego de Estrellas, en una carrera que incluyó 10 Bates de Plata. En cuatro ocasiones figuró entre los cinco peloteros con más votos para el Jugador Más Valioso.
Quizás lo más impresionante en la trayectoria de Piazza es que cumplió seis temporadas con al menos 30 jonrones, 100 remolcadas y promedio de .300. Todos los demás receptores en la historia del béisbol han tenido nueve campañas con esos números en forma combinada.