El presidente Evo Morales se jugaba ayer sus últimas cartas frente a las elecciones del domingo en Bolivia, las más difíciles en sus 13 años en el poder, desafiado por Carlos Mesa, que cerró su campaña sumando apoyos al advertir contra la deriva autoritaria del líder izquierdista.
En la campaña, que terminó ayer, la oposición cuestionó sobre todo la intención autocrática de Morales al buscar una tercera reelección después de haber perdido en 2016 un referéndum en el que la ciudadanía rechazó que volviera a postularse a las elecciones.
La última encuesta de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz y otras organizaciones indicó que Morales obtendría un 32% de los votos en primera vuelta frente a un 27% de su principal rival, el expresidente Carlos Mesa, de la alianza de centro Comunidad Ciudadana.
Morales, de 59 años, eligió despedir su campaña en la ciudad de El Alto, al lado de La Paz, y Mesa, de 66, en Santa Cruz, la gran ciudad empresaria al este del país, conocida como el bastión opositor al gobierno.
«Este es un momento en el que tenemos que decidir entre el camino autoritario a la dictadura y el camino de la construcción democrática», lanzó Mesa al cerrar su último mitin ante miles de seguidores que consideran inconstitucional que Morales busque un cuarto mandato.
Parte del aumento en intención de voto de Mesa en las últimas semanas es por el impacto que tuvieron los gigantescos incendios que en agosto y septiembre quemaron en Bolivia una zona inmensa de bosques nativos. Los siniestros provocaron ira entre ambientalistas y comunidades indígenas que acusan a Morales de haber traicionado su compromiso con la Madre Tierra, en favor de ampliar territorios para la explotación de soja y ganado.
Morales defiende su candidatura exhibiendo la reducción de la pobreza y las altas tasas de crecimiento, que aun en declive se sitúa en 4,2% en la actualidad, y amenaza que con cualquier otro candidato se perderán derechos sociales en este país de 11 millones de habitantes, entre los tres más pobres de la región.
Ante sus seguidores en Santa Cruz, el mandatario había acusado a sus rivales de pretender sumar a Bolivia al llamado Grupo de Lima, conformado por una docena de países latinoamericanos y Canadá, en el que -según él- «están presidentes y gobiernos sumisos a Estados Unidos [y son] gobiernos privatizadores».
Sin embargo, seguidores y adversarios de este exlíder cocalero de izquierda reconocen que su modelo económico, propiciado por la época dorada de las materias primas gracias a las compras de China, abrió en este país exportador de gas natural un largo capítulo de bonanza.
En este contexto, una misión de observadores de la OEA en Bolivia llamó ayer a la paz y la armonía, tras una escalada de las tensiones.
Fuente: lanacion.com.ar