Álvaro Pérez Miranda, un restaurador venezolano, ha roto barreras al convertirse en un referente de la cocina japonesa en Miami. Su éxito se refleja en cuatro prestigiosos restaurantes, cada uno con una identidad única, desde la calidez de Wabi Sabi hasta la excelencia con estrella Michelin de Ogawa.
En 2023, Álvaro Pérez Miranda alcanzó un hito al ser nombrado el primer latino Embajador de Buena Voluntad de la Cocina Japonesa por el Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca de Japón. Su trayectoria es un testimonio de arte, reinvención y una dedicación inquebrantable a la autenticidad de la cocina japonesa.
De ayudante a magnate
El ascenso de Pérez Miranda al mundo de la alta gastronomía comenzó en Caracas, Venezuela, donde cultivó su pasión por el arte, llevándolo a Florencia a los 16 años. Sin embargo, fue en Los Ángeles, trabajando como ayudante de camarero en el Café Roma de Beverly Hills, donde descubrió la vibrante energía de la industria de la restauración, sentando las bases para su futuro éxito.
A sus jóvenes 24 años de edad, dirigía Il Forno en Tokio, una experiencia que lo inmiscuyó en la cultura japonesa. Durante quince años, construyó un imperio culinario con 33 restaurantes italianos en Japón, perfeccionando el arte de la hospitalidad que define sus proyectos en Miami. Tras un tiempo dedicado a su familia y al comercio de arte, regresó en 2014 para reavivar el restaurante del histórico Vagabond Motel de Miami, estimulando su pasión por crear experiencias gastronómicas memorables.
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El impulso de un hijo y el origen de Wabi Sabi
El regreso de Pérez Miranda a la industria restaurantera se debió al deseo de su hijo. Como él mismo dice, «Él vio cuánto lo extrañaba». En 2018, se asoció con el chef Shuji Hiyakawa para inaugurar Wabi Sabi en un lugar inesperado de la Calle 79, al este del Biscayne Boulevard. Inspirado en principios japoneses como la hospitalidad (omotenashi) y la delicadeza (sensai), el restaurante cautivó a sus clientes. El menú omakase de $100, con mariscos importados directamente de Tokio, ofrece una combinación de precios asequibles y un ambiente de barrio, donde los tratos cercanos como recordar los nombres y preferencias de los comensales, marcaron la diferencia. Este factor diferenciador provocó que el restaurante se convirtiera en el local favorito y en el modelo para un imperio culinario en crecimiento.
Mejorando las experiencias gastronómicas
El éxito de Wabi Sabi impulsó a Pérez Miranda a abrir, en 2020, el restaurante Hiyakawa en Wynwood, un espacio que evoca un museo y que cuenta con el maestro del sushi Masayuki Komatsu. El diseño, con su techo ondulado de listones de madera que envuelve el íntimo comedor, refleja la pasión de Pérez Miranda por el arte, mientras que la carta se centra en el nigiri, el sashimi y otros platos exquisitamente elaborados. Como explica Pérez Miranda, «La idea era crear un lugar donde el espacio en sí mismo formara parte de la experiencia gastronómica». Hiyakawa rápidamente recibió elogios por su sushi excepcional y su atmósfera cautivadora.
En 2021, Midorie abrió sus puertas en Coconut Grove, un íntimo y relajado bar de sushi con capacidad para diez comensales. Adornado con un mural de peces arcoíris, ofrece sushi de alta calidad a precios asequibles, incentivando las visitas frecuentes. Con planes de expansión a West Palm Beach y a otras localidades, Pérez Miranda visualiza a Midorie como un modelo de «excelencia accesible».
Ogawa: Un tesoro culinario
En Little River, abrió sus puertas el año pasado Ogawa, el proyecto más ambicioso hasta la fecha de Pérez Miranda. Este íntimo bar de sushi, con solo 11 asientos y dos servicios nocturnos, evoca la serenidad de un restaurante japonés tradicional, un oasis de calma en contraste con el bullicio de Miami. El chef y copropietario, Masayuki Komatsu, presenta un menú de 19 platos cuidadosamente elaborados, dividido en dos partes. La primera hora se dedica al zensai, una selección de exquisitos entrantes fríos y calientes. La segunda hora se centra en el sushi, con una selección de nigiri de temporada, un rollo artesanal, sopa de miso, tamago y un delicado postre para culminar la experiencia.
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En un ambiente relajado, con la suave melodía del jazz de fondo, los comensales se acomodan en la barra de madera, observando a los chefs trabajar con una precisión casi meditativa. Fuera, un sereno jardín zen invita a disfrutar de un sake artesanal, ofreciendo un escape tranquilo del ajetreo de la ciudad.
La experiencia de 350 dólares en Ogawa, una mezcla de inmersión cultural y clase magistral culinaria, evoca más a Osaka que a Miami. El nombre del restaurante, que significa «pequeño río», rinde homenaje al barrio y a sus raíces japonesas. «Ogawa busca conectar a la gente con la cultura japonesa», explicó Pérez Miranda. El éxito fue inmediato, coronado con una estrella Michelin.
Con información de Miami New Times