Luego de su salida de la cinta «Hulk», de Marvel, las especulaciones sobre la actitud del actor Edward Norton son todo menos positivas; ¡aquí te contamos por qué no es el favorito de Hollywood!
Muchos lo definen como un obsesivo de su trabajo. Otros, en cambio, son menos benévolos. Aquí, un recorrido por su brillante carrera.
El actor Edward Norton parece haberse sin aliados en Hollywood debido a su mala actitud
También por sus decisiones y actitudes, para que cada uno saque sus conclusiones. Al fin, tratándose de cine, haz fama y échate… a rodar.
Como le ocurrió a Leonardo DiCaprio (era apenas un adolescente cuando descolló en ¿A quién ama Gilbert Grape? interpretando a un joven con discapacidad intelectual); pero a diferencia de Brad Pitt (y su niño bonito sin muchas luces en Thelma y Louise).
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La incursión de Edward Norton en la consideración general fue a través de una actuación brillante en un papel muy exigente.
Tuvo lugar en 1998 cuando, con apenas 21 años, interpretó a un neonazi en American History X. Allí había -lo notó la crítica pero también el público y los productores- un joven con gran talento.
De ese modo Norton se transformó rápidamente en una de los actores más representativos de su generación
Y comenzaron las propuestas atractivas, como El Club de la Pelea (1999), justamente con Brad Pitt como el álter ego de su papel.
Sin embargo, cuando llegó a la cúspide, el bueno de Edward no lograría mantenerse. Y es que quizás… no tan bueno.
A la vez que iba subiendo peldaños, su fama de caprichoso y artista incorregible fue creciendo.
Esto le trajo grandes problemas; obligando a los productores a elegir, ante un nuevo proyecto; contratarlo á él o al resto del elenco.
Las dudas sobre si era un obsesivo de su trabajo, una persona meticulosa o simplemente un soberbio, por caso, no se hicieron esperar.
Nacido el 18 de agosto de 1969 en Boston, proviene de una familia acomodada de los Estados Unidos
Por una cosa o por otra, muchos de aquellos que fueron compartiendo sets de filmación no quisieron volver a rodar a su lado, amparándose en una mala experiencia anterior.
Edward Norton padre fue un destacado fiscal: su apellido quedó grabado en la historia de la justicia estadounidense por haber sido uno de los propulsores de leyes vinculadas al cuidado del medioambiente y del planeta.
Más atrás su abuelo, James Wilson Rouse, había sido un arquitecto reconocido: el diseño de los primeros shoppings, por ejemplo, le pertenece.
Cuando los Norton creían que la vida del joven Edward transitaría por los ámbitos académicos
Fue su abuela quien lo acompañó en este recorrido, llevándolo a ver obras de teatro. Broadway pasó a ser la salida cotidiana de aquel niño, que se fue enamorando de lo que se recreaba en los escenarios.
Empezó a estudiar arte dramático y a los ocho años fue el quiebre, no solo para comprender cuál era su vocación sino para todo lo que vino después, con ese comportamiento que más tarde lo enfrentaría a varios colegas.
Según contó alguna vez el propio Norton, en esa época estaba preparando un papel en una obra, algo sencillo, mientras todos sus compañeritos, lejos de prestar atención, jugaban.
Algo típico de la edad -al fin de cuentas, se trataba de niños-, pero que él no lo compartía. Edward -lo dicho: con apenas ocho años- se le plantó al director y le preguntó cuál era su rol en la obra, porque necesitaba ensayar: él no había iba a jugar, sino a aprender.
Un sentido de responsabilidad supremo
Cuando terminó el colegio se inscribió en la Universidad de Yale para estudiar Historia. Algo impaciente, con inquietudes diversas, hizo cursos de Historia de la Filosofía Oriental y Astronomía, entre otros campos.
Fue un momento que más adelante, ya siendo una primera figura, describiría como de confusión. Por caso, un día dejó todo y viajó a Japón para construir propiedades junto a su abuelo arquitecto, quien pronto entendió que ese no era su lugar, no lo veía a gusto, y le pidió que siguiera su sueño: convertirse en actor.
Impulsado por la sabiduría del hombre, Norton rompió definitivamente con los mandatos
Regresó a Estados Unidos, se instaló en Nueva York y empezó a tomar clases de actuación con el reconocido profesor Terry Schreiber.
Su primer trabajo fue en 1994 en Only in América y en 1996 se destacó representando a un monaguillo en La verdad desnuda. Ese papel lo iba interpretar el mencionado DiCaprio, pero se bajó a último momento y se abrió una convocatoria.
En ese entonces ya mostró su personalidad, porque pese a ser un novato, remarcó algunas aristas de su papel que no le gustaban, y las cambió.
Edward fue uno de los aspirantes que se presentó al casting y se quedó con el trabajo
Le dijo al director que su personaje debía ser tartamudo, y se lo concedieron. Y mal no le fue: así obtuvo una nominación al Oscar como mejor actor de reparto.
Dos años más tarde la Academia volvería a posar su atención en su actuación: lo nominó como mejor actor principal por American History X. La estatuilla quedó en manos de Roberto Benigni por lo hecho en La vida es bella.
Con información de | Clarín | CNN | EFE
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