Poder y medios de comunicación

371

Entre los males del poder, enfermedades del poder, o patologías del poder, hay un elemento muy visible y objeto de estudio por los politólogos alrededor que consiste esa especie de relación tóxica entre los medios de comunicación y el poder. Mejor planteado sería la relación de “amor – odio” entre los hombres que detentan temporalmente el poder, y los medios de comunicación que difunden sus acciones. Es todo un desafío fascinante analizar las relaciones entre los medios de comunicación y el poder, sobre todo con el poder político.

La idea es estudiar la tensión, siempre presente, que existe entre los medios y el poder. Resulta muy interesante desagregar esa especie de relación virulenta, en la cual el poder político necesita a los medios de comunicación para propagar sus ideas y promocionarse, pero a la misma vez los medios necesitan al poder para generar noticias y contenidos.

Todo esto sin dejar a un lado la influencia que pueden tener los medios en el poder.
Cualquier estudio de esa relación estaría incompleto sin una mirada profunda a la patología del poder: ¿Cómo influyen los resultados negativos del poder en la relación con los medios de comunicación? ¿La opacan? ¿La “abrillantan”? Además, cabe preguntar si deben ser los medios un contrapeso al poder, o más bien le corresponde jugar ese rol a los partidos políticos y a las otras fuerzas vivas de la sociedad.

Se trata de estudiar el poder como fuente de conflictos. Esos conflictos son muy visibles en la relación del poder con los medios; en las dictaduras, autocracias, y tiranías, el poder utiliza la dominación y la censura para controlar a los medios. En las democracias el poder se manifiesta en influencia y autocensura de los medios. El abuso del poder forma parte de esa patología, visibilizando los peligros del poder despótico y del llamado estado totalitario, entre otros peligros y desviaciones.


El rol de los medios de comunicación como mecanismos de control se debe estudiar, para aclarar si el término “cuarto poder” es pertinente todavía. Términos como violencia, obscenidad, degradación, afán, impotencia y peligros del poder deberán estar presentes también en cualquier análisis entre el poder y los medios de comunicación. Las denuncias mediáticas de corrupción administrativa y de abusos de poder representan un elemento clave para justificar esa tensión que existe entre ambos. 


Sin embargo, todo estudio sobre poder y medios de comunicación debe dar resultados prácticos además de teóricos. “Lo propio de un arte es que termine en algo útil” decía San Juan Crisóstomo, citado por el ilustre venezolano Isaac Prado. Apoyándose en esa idea, el objeto de los análisis debe ser que terminen en algo que sirva a la comprensión real de la relación entre los medios de comunicación y lenguaje político. Estas reflexiones conducen a una explicación paradigmática de la relación entre medios de comunicación y lenguaje político.

Pero en todo razonamiento debe ser tomando en cuenta el contexto político en el cual se producen los hechos, y no tratar de descontextualizar o “extricar”, como refiere el politólogo John Pocock, las realidades, bajo pena de caer en simplificaciones que solo pueden conducir a lugares comunes estériles.
Por ejemplo, en el candente caso de la invasión rusa a Ucrania, las declaraciones que vemos a diario del presidente ruso Vladimir Putin, de su par ucraniano Volodímir Zelenski, del norteamericano Joe Biden, el francés Emmanuel Macron, el turco Recep Erdogan, y de todos los demás líderes mundiales, se hacen dentro de un contexto nacional y mundial que debemos entender. Putin alega, en un razonamiento que parece lógico, que está defendiendo a su país de la penetración de las fuerzas militares de la OTAN tan cerca de sus fronteras. Lo hace en un contexto nacional dividido, con protestas populares contra la invasión.

Putin obvia a propósito que esos ejércitos de la OTAN ya están desde el año 2004 en Letonia y Lituania, ubicadas igual que Ucrania en las puertas de Rusia. La distancia entre Moscú y Kiev, capital de Ucrania, es prácticamente la misma que entre Moscú y Vilna, capital de Lituania. 
Por su parte, el lenguaje político del presidente ucraniano Zelenski es de desespero. Sus amigos de occidente parece que lo dejaron guerreando solo, en un contexto interno de rechazo absoluto a la invasión rusa. En occidente, el lenguaje político de Biden parece pusilánime con amenazas de sanciones que no parecen darle miedo a nadie.

No tan sorpresivamente el presidente turco, “enfant terrible” de la OTAN, se puso del lado de Ucrania. China se frota las manos, observando la reacción norteamericana mientras piensa en Taiwán.
Los medios de comunicación de todo el mundo abordan este asunto como tratan a cualquier guerra; con cautela. Aparte de la propaganda difundida por medios oficiales, que forzosamente mienten para hacer creer a la opinión pública mundial los deseos de los gobiernos, las noticias que leemos a diario nos recuerdan que la relación entre el poder y los medios siempre será tensa. 
alvaromont@gmail.com