La mayoría de las personas asocian el Parkinson al temblor y a los mayores, sin embargo, hay un porcentaje elevado de pacientes que no presentan este síntoma y una cifra nada despreciable de menores de 50 años que padecen esta patología.
De hecho, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), aproximadamente un 30-40% de los pacientes no tienen temblor. Por el contrario, en un 40% de los casos, la primera manifestación de esta patología es la depresión, aunque la enfermedad también puede manifestarse en trastornos cognitivos, gastrointestinales, autonómicos, sensitivos o del sueño. Además, hasta en el 15% de los casos la enfermedad comienza antes de los 45 años.
Uno de los cambios más relevantes que ha sufrido el Parkinson en los últimos años “es el conocimiento de que los cambios patológicos característicos de la patología comienzan en el cerebro muchos años antes de la aparición de los primeros síntomas motores típicos de la enfermedad”, explica a CuídatePlus, Gurutz Linazasoro, neurólogo y director del Programa de Terapias Avanzadas de Parkinson y Alzheimer de Quirón Salud-Policlínica Guipúzcoa.
Esa fase premotora, detalla el neurólogo, se caracteriza por una serie de síntomas, entre los que destacan “la disminución del olfato, el trastorno de conducta en fase REM (desarrollo de conductas violentas durante el sueño profundo), el estreñimiento o la depresión”.
Son lo que se denominan síntomas invisibles de la enfermedad yque “es muy importante detectarlos y tratarlos porque son los que más alteran la calidad de vida de los pacientes”, tal y como menciona Leopoldo Cabrera, presidente de la Federación Española de Parkinson. “Estos síntomas como la disminución del tono de voz, los trastornos del sueño o la alteración de la escritura son señales invisibles que deberían conocerse”, también, para la detección precoz de la enfermedad.
Este hecho, según Linazasoro , “abre una ventana de oportunidad para un diagnóstico y una actuación terapéutica muy temprana”. Y es que, aunque se estima que el 2% de los mayores de 60 años sufre enfermedad de Parkinson, es decir, alrededor de 160.000 personas afectadas en España, la realidad es que este porcentaje sería mucho mayor, ya que todavía a día de hoy hay muchos pacientes que están sin diagnosticar.
Según datos de la SEN, los pacientes con Parkinson tardan una media de entre 1 y 3 años en obtener un diagnóstico correcto. Por lo que la SEN estima que más del 50% de los nuevos casos que se producen cada año – alrededor de unos 10.000 nuevos casos- están actualmente sin diagnosticar.
Para que esto sea una realidad debe clarificarse el concepto de “enfermedad de Parkinson” e “identificarse biomarcadores de capacidad predictiva total o muy elevada porque los síntomas de la fase premotora no aparecen en todos los casos de la enfermedad, ni todas las personas que presentan esos síntomas acaban desarrollando párkinson en el futuro”. Además, “todavía no existen esos biomarcadores aunque es una línea de investigación prioritaria”.
En otras palabras, “decir a una persona que ha perdido el olfato que va a acabar sufriendo Parkinson es una temeridad, pues el riesgo de error es muy alto”, avisa el experto, como tampoco se puede responder a la pregunta de cuándo van a comenzar los síntomas motores “ya que no es lo mismo comenzar con 65 años que con 86 años”.
Por esta razón, a día de hoy, solamente es posible diagnosticar a una persona de Parkinson cuando presenta diferentes combinaciones de temblor, rigidez, lentitud de movimiento e inestabilidad postural.
¿Qué ocurre con la edad?
Como otras patologías neurodegenerativas, la incidencia de Parkinson aumenta con la edad pero la edad no es la causante de su aparición. De hecho, como se ha mencionado antes, “hasta un 15% de los casos comienzan antes de los 45 años”, tal y como recuerda Linazasoro.
Se trata, por tanto, de una patología con muchos subtipos, por lo que, hoy por hoy, no se puede establecer un perfil específico de paciente, con unas características iguales y determinadas.
Así, describe, “mientras en unos casos domina el temblor, en otros, destacan la lentitud o la inestabilidad con caídas”. Mientras en unos casos “la enfermedad comienza a una edad temprana, inferior a los 30, en otros pacientes aparece cuando son ancianos”. Además, “un porcentaje desarrollará síntomas no motores, otro, deterioro cognitivo y otros mantendrán una memoria espléndida durante todo el proceso”.
Pero esto no es lo único característico de la enfermedad, sino que también hay diferencias en cuanto al tratamiento y su progresión. Según explica el experto, “aunque la mayoría de pacientes responde muy bien a los medicamentos, hay un porcentaje de ellos que desarrolla problemas de manera precoz”. Además, “en unos casos la situación es razonablemente buena tras 20 años de evolución y, en otros, la progresión es rápida”.
Todos estos subtipos y situaciones evidencian que no existe un perfil de paciente tipo, como tampoco están claras las causas por las que se desarrolla la enfermedad, aunque se sabe que la genética tiene un papel importante en muchos de los casos.. Así por ejemplo, “en un 15% de los casos hay antecedentes familiares y se han identificado una veintena de genes relacionados con formas familiares de la enfermedad”, además, “muchos casos de base genética tienden a aparecer en edades más tempranas (entre 25 y 45 años) y se conocen mutaciones que aumentan el riesgo de sufrirla a edades más tardías”.
Sin embargo, también hay otros factores que pueden influir como “el entorno, el ambiente, la exposición a pesticidas o, incluso, la profesión”, explica, y es que, “suele aparecer con más frecuencia en profesionales de cuello blanco, es decir, en aquellos que realizan tareas administrativas en una oficina”.
Tratamientos y avances
Ante esta diversidad de pacientes, de causas y de progresión de la enfermedad, ¿qué opciones de tratamientos farmacológicos hay? Tal y como recuerda Linazasoro, “60 años después de su introducción en el mercado, la levodopa sigue siendo el fármaco antiparkinsoniano más potente y eficaz”, aunque no es la única opción, ya que, como apunta el experto, “este medicamento se puede complementar con otros fármacos que han surgido en los últimos años, como rasagilina, opicapone o los agonistas dopaminérgicos”.
Con estos fármacos no se consigue curar la enfermedad, pero sí “se logra que las personas con Parkinson vivan muchos años con una calidad de vida muy aceptable”.
Pero tan importantes como los tratamientos farmacológicos son el resto de terapias que se deben aplicar a estos pacientes (la fisioterapia, la logoterapia o la psicoterapia).
Estos tratamientos, “mal llamados complementarios, son esenciales para el abordaje integral de la enfermedad”, subraya el experto.
¿Responden por igual los pacientes? Como cada afectado presenta unos síntomas y una progresión determinada, la respuesta a la medicación también es variable, así como el día a día de los pacientes.
Según explica Cabrera, “la vida diaria de las personas con Parkinson es muy irregular y depende mucho del nivel de desarrollo o de los años que se lleve conviviendo con la enfermedad”. A grandes rasgos, “ se caracteriza por los periodos on-off, es decir, los momentos en los que estamos activos y con menos síntomas por el efecto de la medicación y los momentos en los que los efectos disminuyen y los síntomas vuelven a aparecer”.
Esto significa que “hay momentos del día en los que nos resulta verdaderamente complicado realizar algunas tareas rutinarias, como cepillarnos los dientes, cocinar o vestirnos”. Estos momentos off “afectan también a todos los ámbitos de nuestra vida, ya que nos generan obstáculos en la comunicación con nuestro entorno”. De ahí la importancia de tomar la medicación diariamente y de la personalización de las dosis y pautas en cada paciente.
Y es en esta línea en la que se está avanzando. Según explica el neurólogo, “otro gran cambio conceptual ocurrido en los últimos años es que gracias a los avances en las tecnologías ómicas, vivimos en la era de la medicina de las 5 P: Predictiva, Preventiva, Personalizada, Precisa y Participativa”.
Por esta razón, los grandes objetivos terapéuticos actuales en la enfermedad de Parkinson son “identificar la fase preclínica con un alto grado de seguridad para plantear terapias dirigidas a la biología del proceso degenerativo (neuroprotección) y personalizar las terapias farmacológicas y ser precisos en las quirúrgicas (funcionales y regenerativas) para ganar eficacia y seguridad”.
En unos años, confía el experto, se “podrá realizar una analítica de genómica que guiará la elección del fármaco más conveniente para cada persona afectada”. Mientras tanto, “seguiremos elaborando el plan terapéutico en base a otros parámetros, como son la edad de inicio, la cualidad e intensidad de los síntomas y la afectación de la calidad de vida”.
Otros consejos para mejorar la calidad de vida de estos pacientes, serían “cuidar el cerebro manteniendo la actividad física, intelectual y social, seguir una dieta mediterránea, evitar hábitos tóxicos, dormir un número regular de horas y controlar la tensión arterial, la diabetes y el colesterol”,concluye.
Fuente:cuidateplus.marca.com