¿Qué podría empeorar en momentos en que una pandemia altera las vidas de todos, colapsa los sistemas de salud y destroza la economía mundial? Un huracán en medio de la crisis. A menos de dos meses del inicio de la temporada, Florida ya contempla esta posibilidad.
Normalmente, las autoridades comienzan las campañas de concientización del público la primera semana de mayo, pero ya cerca de la fecha están sumergidas en la respuesta a la pandemia y aún diseñan un plan de respuesta a huracanes.
“La COVID es mala. Un huracán es malo. (…) El impacto de un huracán en un ambiente de COVID será mucho peor que ambos sumados. Será un efecto multiplicador y no acumulativo”, dijo Bryan Koon, quien dirigió hasta 2017 la División de Manejo de Emergencias de Florida (FDEM) y ahora es asesor.
La perspectiva es posible. Estados Unidos todavía estará lidiando con el nuevo coronavirus cuando empiece la temporada de huracanes en el Atlántico el 1° de junio, si bien en el pasado se han formado tormentas hasta dos meses antes de esa fecha.
Meteorólogos de la Universidad del Estado de Colorado, así como de Accuweather, alertaron que esperan este año una temporada más activa que el promedio, en la que entre julio y noviembre pueden formarse cuatro huracanes de gran intensidad, es decir, de más de 178 km/hora.
“Nos estamos preparando para lo peor, obviamente”, dijo el jueves el gobernador de Florida, Ron DeSantis. “Ojalá no tengamos que lidiar con un huracán. Pero tenemos que asumir que tendremos uno”.
Los residentes conocen bien el protocolo cuando un huracán amenaza la región.
Hay que comprar suministros, tapiar y desalojar viviendas y negocios e irse lejos. Los que pueden van a hoteles o a casas de amigos o familiares; los de menos recursos son evacuados en autobuses y alojados en refugios. Al volver a casa, a todos les toca lidiar con la devastación.
Pero… ¿cómo se mantiene esta estrategia en 2020? ¿Cómo se respeta el distanciamiento social durante las evacuaciones masivas? ¿Cómo se gestionan los refugios, donde decenas y a veces cientos de personas duermen en colchonetas en el gimnasio de una escuela?
Nada de esto es posible en el nuevo mundo que ha impuesto el coronavirus.
“Tus amigos o familiares puede que no te quieran en su casa porque están tratando de no infectarse”, dijo Koon. “Los hoteles tal vez estén cerrados debido a la poca ocupación. No sé cómo se van a abrir refugios grandes, si no se puede llenar un gimnasio de gente. Va a ser problemático”, anticipó.
“La gente tendrá que tomar decisiones difíciles. ‘¿Me quedaré aquí con el riesgo de que se vuele el techo de mi casa o que una marejada la inunde? ¿O me voy en mi coche hacia alguna otra parte donde correré el riesgo de exponerme al COVID-19?’”.
El actual director de FDEM, Jared Moskowitz, dijo en una entrevista al diario local Sun Sentinel que asignó un equipo para que elabore un nuevo plan de respuesta.
Planificando lineamientos
Koon, quien actualmente es vicepresidente de Manejo de Emergencias y Seguridad Nacional de IEM, una consultora para situaciones de crisis, advirtió además que muchos estarán desempleados y no podrán pagar un hotel o tal vez ni siquiera la gasolina para huir, suponiendo que tengan coche.
Hasta este jueves, unos 17 millones de estadounidenses perdieron su trabajo desde el inicio de la crisis derivada de la pandemia, y esto sin contar a las personas indocumentados, que no son contabilizadas.
Los senadores por Florida Rick Scott y Marco Rubio pidieron el jueves a FEMA, la agencia estadounidense de gestión de emergencias, que divulgue una estrategia de respuesta ante el escenario de un huracán durante la pandemia.
Además, “le pedimos que tome en cuenta cómo desalojar y refugiar apropiadamente a aquellos que tienen, o son sospechosos de tener, coronavirus en el momento de la tormenta”, escribieron los senadores a Peter Gaynor, el jefe de FEMA, en una carta abierta.
Un portavoz de FEMA respondió a la AFP que la agencia trabaja junto a las autoridades locales y estatales en el diseño de nuevos lineamientos.
En 2018, el huracán Michael de categoría 5 destrozó el suroeste de Florida, aplastó las casas como latas de refresco y dejó una devastación que aún persiste. En 2017, cuando el huracán Irma de categoría 4 arrasó los cayos de Florida, millones de personas evacuaron y unas 300,000 se alojaron en refugios.
Y esto solo en Florida. Pero hay casos como María, que dejó unos 3,000 muertos en Puerto Rico desde su azote en 2017, o Dorian, que provocó el año pasado una crisis humanitaria de la que Bahamas todavía no se recupera.
“La esperanza no es una estrategia que necesitemos ahora. Necesitamos planificación dedicada y seria”, dijo Koon.
Fuente: miamimundo.com