Oleadas de brasileños llegan a frontera entre México y EE.UU.

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Al crecer en la frontera entre México y Estados Unidos, el recepcionista hotelero Joe Luis Rubio nunca pensó que intentaría comunicarse en portugués a diario.

Sin embargo, en una época en que cientos de brasileños cruzan la frontera cada semana desde Ciudad Juárez, México, el Motel 6 junto al aeropuerto se ha convertido en una primera escala para las miles de personas que hablan portugués en la travesía de 9.500 kilómetros (6.000 millas) que efectúan de Brasil a El Paso y de allí a la costa este de Estados Unidos.

“Gracias a Dios que existe el traductor de Google o estaríamos perdidos”, dijo Rubio.

La discreta migración de unos 17.000 brasileños a través de una sola ciudad en Estados Unidos el año pasado deja ver un nuevo obstáculo en el intento del gobierno del presidente Donald Trump por cerrar el paso a la inmigración legal para personas que dicen temer persecución.

Al igual que cientos de miles de familias de Honduras, El Salvador y Guatemala, tres países a los que se les conoce como el Triángulo Norte, los brasileños han estado cruzando la frontera y solicitando asilo en Estados Unidos. Ahora representan una cuarta parte de los inmigrantes aprehendidos en El Paso, el mayor número de migrantes detenidos después de los mexicanos.

A nivel nacional, unos 18.000 brasileños fueron detenidos en el año fiscal que terminó en octubre, un aumento del 600% en comparación con el mayor número previo, alcanzado en 2016. Los brasileños que cruzan en el Sector El Paso, que abarca el sur de Nuevo México y el oeste de Texas, representaron 95% de las detenciones a nivel nacional, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).

El director interino de la CBP, Mark Morgan, se comprometió el lunes a intentar bloquear el asilo a los migrantes que no provengan de la Centroamérica y de la Sudamérica hispanohablantes.

“Estamos viendo, otra vez, a individuos de países extraterritoriales, extracontinentales, llegando de Brasil, Haití, africanos”, dijo Morgan.

Se comprometió a implementar normas para impedir el ingreso a los migrantes de esos países “con el mismo nivel de compromiso con el que elaboramos las iniciativas para abordar el problema con las familias del Triángulo Norte”.

Esas iniciativas incluyen hacer que las familias esperen durante meses en ciudades mexicanas en la frontera, con frecuencia peligrosas, para solicitar asilo; regresarlas a México a que aguarden sus audiencias ante la corte, y una norma reciente que de hecho rechaza prácticamente todas las peticiones de asilo sin importar si son válidas o no. El resultado ha sido una mezcla de pseudo deportaciones a países donde los inmigrantes nunca han vivido y donde enfrentan obstáculos para trabajar o acceder a servicios sociales básicos.

Las familias brasileñas no son detenidas indefinidamente, sino que se les coloca en la red de albergues Annunciation House, donde pueden hospedarse algunos días mientras coordinan sus viajes a otras ciudades de Estados Unidos.

Con frecuencia Phil Porter los lleva al aeropuerto en una camioneta.

“Se requiere mucho para que alguien empaque y deje su país, sobre todo cuando ponen a la familia en primer lugar”, dijo Porter, de 72 años, quien calcula que ha transportado a unos 200 brasileños. “Estos son refugiados por cuestiones económicas”.

Brasil se hundió en su peor recesión en la historia en 2015 y 2016, y se encamina a su tercer año consecutivo con un crecimiento de aproximadamente 1%. El fracaso persistente de la economía para recuperarse implica que el desempleo se ha mantenido obstinadamente en cifras de dos dígitos, la más reciente de 11,6%. Si se le añade el subempleo, la cifra aumenta más del doble a casi una cuarta parte de la fuerza laboral, equivalente a 27 millones de personas.

Las autoridades y líderes comunitarios de Massachusetts dicen que han sentido el aumento en la llegada de migrantes brasileños en el último año, con más familias que solicitan servicios de inmigración e inscriben a sus hijos en escuelas públicas. El estado tiene la segunda población más grande de brasileños en Estados Unidos, después de Florida, según datos del censo de 2015.

El inmigrante recién llegado Helison Alvarenga dijo que comenzó a trabajar al día siguiente de que llegó a Massachusetts. El hombre de 26 años del estado de Minas Gerais arribó en agosto con su esposa e hijo pequeño después de cruzar a El Paso. Ahora viven en Brockton, una antigua ciudad industrial a unos 32 kilómetros (20 millas) al sur de Boston. Comentó que ya gana tres veces más de lo que ganaba como mecánico en Brasil.

“Actualmente las cosas están muy mal en Brasil. La única forma de tener una mejor vida en Brasil es yendo a la universidad, pero la universidad es muy cara”, dijo Alvarenga.

El invierno de Nueva Inglaterra también ha sido más duro de lo esperado, reconoció.

“Me hace extrañar mi país. Extraño la calidez y el sol”, dijo. “Si ganara lo suficiente en la lotería instantánea, regresaría mañana”.

Muchos de los que arriban de Brasil solicitan asilo a causa del elevado desempleo y la persistente corrupción y violencia del país, dijo Luciano Park, abogado de inmigración en Waltham que llegó del país sudamericano para asistir a la escuela de leyes en Boston.

Sin embargo, los brasileños que solicitan asilo se enfrentan a un camino cuesta arriba. El sólo intentar escapar de la violencia crónica de las pandillas en Brasil con frecuencia no basta para solicitar asilo, dijo Park.

Las mujeres que mencionan motivos de violencia doméstica tampoco tienen muchas posibilidades de ganar sus casos frente a las normas de asilo más severas impuestas por el gobierno de Trump.

“Antes estos eran casos buenos”, dijo Park. “Pero simplemente se ha vuelto más difícil defenderlos”.

Para los brasileños se ha vuelto más complicado obtener visas de turista y estudiante, luego de que más personas las solicitaron durante la reciente crisis económica, dijo Francis Brink, abogado de inmigración en Orlando, Florida.

Brink ha aceptado a algunos clientes a los que el gobierno persiguió porque eran policías u oficiales del ejército que se resistieron a la corrupción, pero rechaza a la mayoría de quienes buscan asilo para no darles falsas esperanzas.

Muchos migrantes brasileños que son adultos solteros son detenidos en un centro de detención para inmigrantes mientras se procesan sus peticiones de asilo. Otros han intentado evitar la detención al hacerse pasar por padres de alguien o un menor, con frecuencia con identificaciones falsas obtenidas en Brasil. Al menos varias veces por mes, agentes de Investigaciones de Seguridad Nacional han estado presentando acusaciones del llamado “fraude familiar” de los brasileños.

En un martes reciente, el Motel 6 estaba casi vacío, con sólo dos familias brasileñas hospedándose ahí.

En la habitación 127, una madre de 42 años del estado nororiental de Maranhão está en cama viendo la televisión. Aguarda un vuelo a Filadelfia junto a su hijo de 16 años, ya que tienen familiares allí.

Pasaron cuatro días en un campamento de carpas de detención antes de ser liberados, agregó.

“Era miserable”, dijo.

Aunque el ingreso de huéspedes al Motel 6 ha disminuido, más migrantes se quedan más tiempo en Annunciation House, según el director del albergue, Ruben Garcia.

“Una de las cosas que podría haber cambiado es que tenemos brasileños que no cuentan con algunos de los recursos económicos que hace tiempo tenían algunos de los brasileños”, dijo Garcia.

Fuente: elnuevoherald.com