El mejor de los dos súper equipos está en la Serie Mundial. Los Astros regresan al Clásico de Octubre por segunda ocasión en tres temporadas tras doblegar a los Yankees apoyados en la fuerza de su talento, en la profundidad de su roster y esa voluntad de los vencedores.
Una voluntad personificada en muchos, pero especialmente en José Altuve y Yuli Gurriel. El inmenso de Venezuela con el jonrón decisivo para dejar al campo 6-4 a Nueva York y el veterano de Cuba que se convirtió en el primer pelotero de la historia que pega un cuadrangular de tres carreras en tres postemporadas consecutivas.
Al momento en que Altuve, a la postre el JMV de la serie, rechazó la bola lanzada por el también cubano Aroldis Chapman, miles de aficionados desataron una locura naranja. Nada como ganar un título de la Americana en casa. Solo inferior a levantar el trofeo de campeón absoluto del béisbol.
AJ Hinch había anunciado a Gerrit Cole para un potencial séptimo juego. El manager no tuvo necesidad de echar mano a su principal carta de triunfo. Altuve, Gurriel y el resto de los Astros se encargaron de darle un bienvenido descanso al derecho, que ahora está en punta para comenzar la Serie Mundial contra los Nacionales.
Los Yankees habían empatado a sangre y fuego en la parte baja de la novena un juego que se encontraba 4-2 gracias a un vuelacercas de DJ LeMahieu que aventuraba una extensión para un domingo que se antojaba enigmático. La presencia de Chapman era un buen signo para los visitantes.
Altuve, sin embargo, no quiso perder más tiempo y volvió a elevarse en un gran momento. Chapman no podía creer el batazo y en su cara se dibujaba una sonrisa falsa, a medio camino entre el descrédito y la ironía.
Cuando Gurriel vino a la caja de bateo en la primera entrada, exhibía un anémico promedio ofensivo de .050 -un solo hit en 20 turnos- en la Serie de Campeonato, pero Hinch siempre había respaldado al veterano de Cuba. Las cosas no andaban bien en su universo y, sin embargo, sería el pilar del triunfo.
Con un swing elegante y seco, Gurriel depositó la pelota de Chad Green más allá de las gradas con José Altuve y Alex Bregman en circulación para fijar el tono del encuentro. Houston ya no voltearía más el rostro y el champán comenzaba a moverse al clubhouse de los Astros.
Nueva York lo intentó, pero murió en el esfuerzo. Primero con un remolque de Gary Sánchez y luego con un cuadrangular de Gio Urshela, que resultaron pataleos del ahogado, estertores antes del final. Una vez más falló la ofensiva que tan robusta y diversa se había desplegado en temporada regular.
Los “salvajes’‘ jugaron de manera decente y lo cierto es que talento vs. talento no contaban con las herramientas suficientes, ni físicas ni mentales, para pasar por encima de los Astros. Al menos de estos Astros con un trío soberbio de abridores y un cuerpo de relevistas más que decente por lo visto en estos playoffs.
Los Yankees irán al descanso a repensar su filosofía de vida y de guerra. Un abridor o quizá dos de puntería aparecen como prioridad para el invierno; mientras que los Astros van a la siguiente batalla contra un equipo al que superan en el papel, aunque la realidad pudiera ser más dura.
Washington confía ciegamente en Max Scherzer, en Stephen Strasburgh, ¿y cómo no hacerlo si lo han traído hasta aquí desde el Juego de Comodines? Los Nacionales se creen invencibles. Los Astros casi lo son. Está a punto de comenzar un espectáculo inolvidable.
Fuente:ElNuevoHeral