Los seres humanos debemos sentirnos muy afortunados por la trayectoria que ha seguido nuestra evolución.
Vivimos más tiempo que muchos animales, y nuestra longevidad sigue aumentando gracias a unas dietas mejores, a los avances de la medicina y a una salud pública de calidad. Pero seguimos luchando para vencer el envejecimiento y las enfermedades asociadas a la edad.
Por ejemplo, las tasas de osteoartritis se han duplicado desde mediados del siglo XX. Asimismo, las enfermedades cardiovasculares en los países en desarrollo causan todos los años cientos de miles de fallecimientos, lo que supone alrededor de una muerte cada tres minutos.
El mundo animal puede ser un buen recurso para estudiar nuevas formas de prevenir y tratar estas afecciones.
Es posible que nuestro ADN sea extraordinariamente parecido al de los chimpancés y otros animales, pero son las diferencias las que podrían ayudarnos a descubrir nuevos modos de comprender y tratar las enfermedades en el futuro.
Por otra parte, mediante el empleo de técnicas de edición genética, como la denominada CRISPR, es probable que algún día podamos usar los conocimientos que adquiramos estudiando a los animales para editar enfermedades. No obstante, se trata de un objetivo todavía muy lejano.
Los chimpancés y las enfermedades cardiovasculares
A medida que los seres humanos hemos evolucionado, nuestra constitución genética se ha ido modificando y nos ha expuesto a un mayor riesgo de sufrir obstrucción arterial.
Si a este factor se suma el hecho de que hemos aumentado nuestra ingesta de carne roja y de otros alimentos que acrecientan nuestras probabilidades de padecer una enfermedad cardiovascular, estamos reuniendo, sin duda, todos los elementos para que estalle una tormenta perfecta.
Un estudio reciente revela que fue la pérdida de un gen específico lo que hizo que el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares fuera mayor en los seres humanos que en otros animales, entre ellos nuestro pariente más cercano, el chimpancé.
El estudio también mostró que, modificando genéticamente ratones para que tuvieran la misma mutación genética que los seres humanos, su riesgo de sufrir un infarto era el doble que el de los ratones normales.
En el futuro, podríamos emplear la ingeniería genética para reducir nuestro riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Las ratas topo desnudas y el cáncer
Puede que la rata topo desnuda no sea un deleite para la vista, pero este roedor despierta un gran interés en la comunidad científica porque posee la cualidad de no enfermar de cáncer.
Además, estas ratas podrían enseñarnos algunas cosas sobre la longevidad. Por su tamaño, deberían tener un tiempo de vida similar al de su pariente el lirón (unos cuatro años); sin embargo, es frecuente que vivan siete veces más.
Poco a poco, estos roedores poco agraciados van desvelando sus secretos a los científicos, y es posible que algún día nos ayuden a desarrollar nuevas terapias para vencer el cáncer y las enfermedades relacionadas con la edad.
Los canguros y la osteoartritis
La osteoartritis obedece a muchas causas, pero la obesidad, las malas posturas y una alineación articular deficiente son factores de riesgo importantes.
Muchos primates y carnívoros tienen problemas articulares parecidos a los de los seres humanos; por ejemplo, entre los grandes simios se observa una de las prevalencias de enfermedades articulares más altas.
Por su parte, los canguros pueden saltar a una velocidad de 64km/h con poco riesgo de sufrir artritis, hasta una edad muy avanzada.
Una singular estructura cartilaginosa en las rodillas les permite resistir la fuerza de repetidas flexiones y el impacto del suelo. Además, la disposición de los ligamentos mejora la estabilidad de la articulación, lo cual es importante para mantener una buena salud de las articulaciones.
El estudio de estas capacidades podría ayudar a mejorar los materiales empleados en los implantes artificiales de rodilla para los seres humanos.
Los peces ciegos de las cuevas y la diabetes
La diabetes constituye un problema de salud a nivel mundial y es una importante causa de ceguera, insuficiencia renal, infarto, derrame cerebral y amputación.
Casi una de cada diez personas adultas padece esta enfermedad, y las tasas de diabetes siguen una tendencia ascendente.
La solución para la diabetes —si es que hay alguna— podría buscarse en el pez ciego de las cuevas mexicano.
Este pececillo, que se atiborra de algas, es capaz de darse un atracón sin sufrir daño alguno, pues está adaptado de forma asombrosa para sobrevivir sin regular el azúcar en su sangre.
Esto significa que los síntomas que se observan normalmente en las personas diabéticas que sufren variaciones extremas de los niveles de glucosa en sangre no suponen, al parecer, ningún problema para estos peces.
La comunidad científica espera que, llegando a conocer mejor al pez ciego de las cuevas, algún día podamos encontrar un tratamiento más eficaz para esta enfermedad.
Las cebras y las úlceras
Dado que vivimos en un entorno sometido a una creciente presión, estamos adquiriendo cada vez más conciencia de nuestra salud mental.
Pero a menudo pasamos por alto cómo puede afectar esa presión a nuestra salud física. Como seres humanos, los centros de proceso superiores de nuestro cerebro a menudo establecen vínculos con las situaciones difíciles que atravesamos en nuestra vida.
Esto significa que experimentamos estrés crónico durante períodos prolongados. Con el tiempo, esta circunstancia puede ocasionar úlceras de estómago.
Normalmente, los animales -por ejemplo, la cebra- padecen estrés durante períodos más cortos, como cuando buscan comida o huyen de los depredadores.
Pero no suelen experimentar períodos de estrés crónicos más duraderos. Sin embargo, algunos estudios han demostrado que exponer a animales como, por ejemplo, las ratas a períodos de estrés prolongados y persistentes puede inducir úlceras similares a las que se observan en los seres humanos.
Esto sirve para recordarnos que nuestros estilos de vida modernos, caracterizados por un estrés constante, son nocivos para todos los aspectos de nuestra salud.
La relación entre los animales y las enfermedades no es unidireccional.
Hay abundantes casos en los que estamos usando el conocimiento humano de una enfermedad para ayudar a los animales; por ejemplo, aplicamos nuestro conocimiento de la clamidia a los koalas, en los que la enfermedad puede causar esterilidad, ceguera e incluso la muerte.
Fuente El País