Las recientes decisiones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de evitar una acción militar contra Irán ante la humillación táctica y las amenazas estratégicas han sido inteligentes, sutiles y éticamente impecables.
También son un riesgo.
Según fuentes de inteligencia en Medio Oriente y Occidente, los recientes ataques contra instalaciones petroleras sauditas se lanzaron desde suelo iraní. Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, entre otros, han culpado a Irán de estar detrás de los ataques con misiles de crucero; las afirmaciones de que los rebeldes hutíes en Yemen eran responsables fueron desestimadas por inverosímiles.
Pero la acusación directa de que el ataque a Arabia Saudita realmente provino de Irán — lo que es un acto de guerra– todavía no se ha hecho pública, aunque, según las fuentes, los funcionarios de inteligencia han dicho a los políticos que están 100% seguros de que su información es precisa.
La opción de retener dichos datos se basa en la esperanza de que, si bien sigue siendo un secreto a voces, puede haber una oportunidad de reducir el riesgo de una guerra en el Golfo a través de la diplomacia.
La urgencia de lograr esto fue visible en la Asamblea General de las Naciones Unidas la semana pasada, donde los franceses lideraron los esfuerzos para llevar a Estados Unidos e Irán al diálogo.
Reconocer un acto descarado de violencia contra una nación soberana casi inevitablemente exigirá una respuesta violenta de esa nación o sus aliados y pondrá fin a la diplomacia.
El riesgo para Trump y otros líderes es que resistirse a actuar en represalia por lo que fue un ataque estratégico efectivo contra Arabia Saudita puede verse en Teherán como debilidad.
Y eso podría resultar en una nueva escalada que, en opinión de muchas fuentes diplomáticas y de inteligencia en toda la región, seguramente desencadenaría un conflicto.
Atacar a Irán desencadenaría una guerra compleja que Occidente y sus aliados simplemente no podrían ganar. Y podría perderse fácilmente.
Hasta ahora, las operaciones que Estados Unidos ha atribuido a Irán contra barcos en el Golfo Pérsico, la industria petrolera de Arabia Saudita y el derribo de un avión no tripulado estadounidense no han derramado sangre.
Por mucho que los iraníes nieguen su participación, parece que sus acciones han sido cuidadosamente calibradas para indicar mayores peligros por venir, además del alcance militar de Irán.