¿Quién escucha las conversaciones telefónicas de los presidentes?

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Los registros de una conversación telefónica entre Donald Trump y Volodímir Zelenski ha desencadenado una tormenta política y un proceso de destitución del mandatario estadounidense. En ese caso, varios funcionarios tomaban notas que después se hicieron públicas.

Cada país tiene unos protocolos para dejar constancia de las llamadas de sus líderes y cómo se clasifican en función de su grado de confidencialidad. A continuación, algunos ejemplos:

Rusia

Como EE UU, Rusia registra todas las conversaciones de Putin con los líderes internacionales. El Kremlin desea que las transcripciones de las llamadas del presidente, Vladímir Putin, y Donald Trump sigan siendo confidenciales. “Esperamos que en nuestras relaciones bilaterales, en las que abundan problemas bastante serios, no lleguemos a eso”, ha apuntado el portavoz del presidente ruso, Dmitri Peskov, tras el escándalo derivado de la conversación del presidente de EE UU con el de Ucrania, Volodímir Zelenski.

El Servicio Especial de Comunicaciones e Información del Servicio Federal de Seguridad, una de las agencias de inteligencia de más alto nivel de Rusia, es el que se ocupa de las conversaciones telefónicas del presidente. En ellas, cuenta una fuente de ese organismo al diario Moskovski Komsomolets, está presente un traductor —incluso si ambas personas tienen buen conocimiento del idioma común—, un ingeniero de comunicaciones y parte del equipo del mandatario. Hay registro de todas, aunque no se detalla si es siempre una grabación de audio o una transcripción o ambas. Y están consideradas secreto de Estado. Alguna vez, Rusia ha amagado con publicar alguna de esas conversaciones.

Francia

Las conversaciones del presidente con otros líderes quedan registradas en las notas de sus consejeros diplomáticos. Sin embargo, no todas las conversaciones quedan siempre registradas. Los documentos presidenciales se transmiten a los archivos una vez que termina el mandato y, a partir de este periodo, se mantienen en secreto durante 25 años, ampliables a 50 en el caso de que afecte a los intereses vitales del Estado.

Italia

Las conversaciones que mantienen los primeros ministros con otros jefes de Estado pasan a través de la oficina diplomática del Palacio Chigi, sede del Gobierno. Normalmente, explica un exjefe de Gabinete, “siempre hay alguien más que las escucha”. “Algunas se hacen a través de una línea protegida, otras no”, detalla. Las conversaciones suelen grabarse y archivarse. No son públicas. Solo se entregarían en caso de requerimiento de un juez, explican fuentes del Palacio Chigi.

La presidencia de la República, en cambio, actúa de modo distinto. Según explican en el Palacio del Quirinal, las conversaciones que mantiene el presidente actual, Sergio Mattarella, no se graban nunca.

Alemania

No se graban ni se registran las conversaciones telefónicas de la canciller, Angela Merkel. Otra cosa es que personas de la cancillería cercanas a Merkel y que formen parte del núcleo duro de la toma de decisiones puedan escuchar determinadas conversaciones con su consentimiento y cuando lo consideren necesario. Consultada la cancillería, declinan hacer declaraciones oficiales sobre lo que consideran un procedimiento interno.

Los servicios secretos alemanes no forman en ningún caso parte de ese grupo reducido. Desde la Oficina para la Protección de la Constitución (BFV, por sus siglas en alemán), los servicios secretos internos alemanes, indican a través de una portavoz: “No escuchamos ninguna conversación de la canciller Merkel”. Recuerdan que la privacidad de las comunicaciones está protegida por el artículo 10 de la Constitución alemana. “En Alemania, las comunicaciones están muy, muy protegidas. Aquí no sería posible [escuchar]”, añade la portavoz, quien detalla que solo en casos muy excepcionales de terrorismo se podría poner en pie una comisión del Gobierno ad hoc para permitir cierto acceso al contenido de las conversaciones. “Implicaría un procedimiento muy complicado”, añaden desde la BFV.

Con información de María R. Sahuquillo (Moscú); Daniel Verdú (Roma); Ana Carbajosa (Berlín) y Marc Bassets (París).

Fuente: elpais.com