«Me complace anunciar que no existe un gen gay«. Era octubre de 2018 y Andrea Ganna hablaba en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Genética Humana. Habló mucha gente en esa convención, pero ni esa frase, ni esa ponencia era una más.
La homosexualidad es, no hace falta que lo diga, uno de los temas de nuestra época. Y lo que Ganna estaba exponiendo en aquel escenario pretendía ser una pieza clave en la comprensión del misterio biológico que hay detrás del comportamiento, la identidad y la orientación sexual humana. Pero, claro, afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias y hoy, por fin, Science publica esas pruebas.
En busca de la heredabilidad del comportamiento sexual
Aunque la genética del comportamiento sexual no heterosexual está relativamente poco estudiada, los estudios que se han realizado han dejado claro que este tipo de comportamientos, orientaciones e identidades era heredable. O lo que es lo mismo, que el comportamiento sexual con parejas del mismo sexo estaría parcialmente influenciado por variantes genéticas.
Que algo sea heredable no es raro. En este caso, los estudios con gemelos han mostrado una heredabilidad del 30 o el 40%; un nivel de heredabilidad muy similar al de otros rasgos relacionados con el comportamiento de las personas o su personalidad. Para que nos hagamos una idea, la extroversión o el número de años que una persona pasará en la escuela tienen una heredabilidad similar. La cuestión importante es cuánto y cómo.
Eso es lo que trataba de aclarar el estudio de Ganna. Por ejemplo, en 1993, un pequeño estudio genético sugirió que un tramo de ADN en el cromosoma X estaba relacionado con la homosexualidad hereditaria. Es decir, el análisis señalaba claramente una variación genética concreta y definida como la causa de la homosexualidad. El problema es que las técnicas aún eran muy imprecisas y la muestra escasa, hacía falta más.
Para superar esas limitaciones, Ganna y su equipo necesitaban una enorme cantidad de datos. La dificultad central estaba en que no solo necesitaban perfiles de ADN, sino que también información sobre el comportamiento, la orientación y la identidad sexual de esas personas. Finalmente reunieron más de 470,000 muestras de ADN de varios bancos como el UK Biobanck o 23andMe.
Con esos datos, realizaron un estudio un estudio de asociación del genoma completo (GWAS, por sus siglas en inglés). Este tipo de estudios, con sus limitaciones, son capaces de encontrar marcadores genéticos asociados con el comportamiento, examinar las vías biológicas asociadas al mismo y estimar hasta qué punto las diferencias genéticas identificadas estaban relacionadas con otros rasgos distintos.
¿Qué descubrieron?
En primer lugar, los investigadores han descubierto cinco marcadores genéticos asociados al comportamiento sexual entre personas del mismo sexo. Cada uno de ellos tiene un efecto muy pequeño individualmente. Esto, de nuevo, es algo muy habitual en rasgos conductuales complejos; es decir, en rasgos en los que, aunque exista una determinada asociación con variantes genéticas concretas, no puede decirse (en absoluto) que ese rasgo esté determinado por esas variantes.
Esto es importante porque gran parte del debate en torno a este estudio ha rondado en torno a ese concepto de «determinación» genética. Un concepto que, a menudo, es oscuro. Cuando hablamos de que algo está determinado genéticamente nos referimos a rasgos (como el tipo sanguíneo) en los que la variante genética es necesaria y suficiente para definirlos (por completo).
En los rasgos complejos de los que hablamos, no se puede decir que estén determinados porque la variante genética es necesaria, pero no suficiente. Es la diferencia entre estar «influenciados genéticamente» y estar «determinados genéticamente». Normalmente, este tipo de rasgos están conformados por miles de variantes genéticas que combinadas (y en un ambiente social determinado) se expresan de una forma concreta.
La noticia es que, frente a lo que señalaban estudios como el de 1993 y la llamada teoría del «gen gay» el comportamiento no heterosexual es un rasgo complejo. Eso quiere decir que «podemos afirmar con confianza que «no hay ni un solo determinante genético ni un solo gen para el comportamiento, la orientación o las identidades sexuales»: hay muchos.
Eso no quiere decir que la genética no sea importante. De hecho, los investigadores se dieron cuenta de que todos esos marcadores juntos sumaban entre un 8 y un 25% de las diferencias individuales en el comportamiento sexual de las personas. Esto quiere decir que es un rasgo más complejo de lo que se suele pensar en el debate público.
Fuente: Xataka.com