Una muerte y 156 posibles casos de enfermedades pulmonares asociadas al cigarrillo electrónico encienden las alertas sobre esta práctica de moda en el mundo. Los expertos explican la evidencia
Cualquiera que quiera dejar el cigarrillo o haya asistido en los últimos años a una reunión social habrá oído sobre la moda de vapear. Esa práctica cada vez más común consiste en ingerir nicotina u otra sustancia líquida por medio de un cigarrillo electrónico que la calienta y la convierte en vapor. El origen de este aparato se remonta a la década de los sesenta, pero desde 2003 ganó popularidad. En ese año, el farmacéutico y fumador chino Hon Lik lo hizo mundialmente famoso al comercializarlo como una alternativa saludable y eficaz al problema del tabaquismo.
Desde entonces, el mercado global de estos productos creció como espuma (ver gráfica). Tanto es así que, según la consultora Euromonitor, hoy supera los 22.600 millones de dólares. Sin duda, se trata de una buena noticia para la industria y para los fumadores que no han logrado dejar la adicción, pues con este aparato logran reducir el riesgo de daño. Pero recientemente una nube de dudas se ha posado sobre esta moda y tiene a la comunidad científica dividida.
La polémica surgió hace una semana, cuando el Departamento de Salud Pública de Illinois, Estados Unidos, confirmó la muerte de un joven por una enfermedad pulmonar grave, posiblemente relacionada con esta práctica. El vínculo exacto entre el uso del cigarrillo electrónico y la enfermedad no es claro, pero la noticia encendió las alarmas.
La razón: días antes, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos había anunciado que investiga a 156 pacientes de 16 estados que presentan una extraña afección pulmonar. Se trata, en su mayoría, de adolescentes que ingresaron al hospital entre julio y agosto por tos excesiva, dificultad para respirar y fatiga. Y todos usaban dispositivos de vapeo. Los expertos dicen que es pronto para culpar a los cigarrillos electrónicos de esta rara condición. En efecto, la tecnología tiene poco más de una década en el mercado y falta tiempo para cuantificar sus efectos a largo plazo. Además, está demostrado que el vapeo reduce el riesgo entre los fumadores intensivos de tabaco, aquellos que no han podido dejar el cigarrillo. En ese sentido, mejora su salud y ahorra costos de atención médica, entre otras cuestiones.
Los expertos dicen que es pronto para culpar a los cigarrillos electrónicos de esta rara condición. En efecto, la tecnología tiene poco más de una década en el mercado y falta tiempo para cuantificar sus efectos a largo plazo. Además, está demostrado que el vapeo reduce el riesgo entre los fumadores intensivos de tabaco, aquellos que no han podido dejar el cigarrillo. En ese sentido, mejora su salud y ahorra costos de atención médica, entre otras cuestiones.
Pero el problema radica en que su uso se ha propagado principalmente en niños y adolescentes, que lo ven como una forma de entretenimiento. “Lo promocionan como sustancias con sabores, como una experiencia divertida, cuando deberían advertir que puede contener sustancias perjudiciales”, dice Nelci Becerra, médica coordinadora de la Clínica para Dejar de Fumar de la Universidad Javeriana.
Pero el problema radica en que su uso se ha propagado principalmente en niños y adolescentes, que lo ven como una forma de entretenimiento. “Lo promocionan como sustancias con sabores, como una experiencia divertida, cuando deberían advertir que puede contener sustancias perjudiciales”, dice Nelci Becerra, médica coordinadora de la Clínica para Dejar de Fumar de la Universidad Javeriana.
Aunque falta más evidencia, ya varios trabajos han mostrado indicios de que vapear puede provocar síntomas graves en los jóvenes. Un estudio de la Universidad de Wisconsin de 2017 encontró que quienes usaban cigarrillos electrónicos tenían el doble de riesgo de presentar tos, congestión o bronquitis. A esto se suma que, si bien no hay evidencia como la del tabaco para afirmar que producen cáncer, “sí está comprobado que contienen sustancias como propilenglicol y glicerol, que al hacer combustión producen compuestos cancerígenos”, explica John Marulanda, asesor médico de la Liga Colombiana contra el Cáncer.
A pesar de ello, el organismo de control de Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), aún no cataloga el vapeo como cancerígeno y clasifica sus sustancias como seguras según la frecuencia con que la persona use el dispositivo.
En Colombia también se ha vuelto un tema relevante. Según la Encuesta Nacional de Tabaquismo (ENTJ), realizada este 2019 por el Ministerio de Salud, los jóvenes vapean cada vez más. El 15 por ciento entre los 12 y los 18 años lo han probado alguna vez en su vida, y el 7,9 por ciento consume productos de tabaco calentado. El Congreso de la República discute un proyecto de ley que busca que estos dispositivos tengan la misma regulación que el tabaco. Es decir, prohibir usarlos en sitios públicos, que los menores no puedan comprarlos y que su publicidad advierta de los riesgos.
Mientras la CDC llega a una conclusión sobre estos casos preocupantes, los expertos advierten que hay que enseñar que el vapeo puede ser menos riesgoso que el cigarrillo, pero solo entre los ya fumadores. Los demás podrían quedar expuestos a toxinas perjudiciales potencialmente graves para la salud, sobre todo entre los jóvenes. Los Gobiernos y los consumidores tienen retos al respecto. Los primeros, regular el mercado para que no obstaculice la lucha contra el tabaco. Y los segundos, entender que vapear no es tan inocuo como parece.
¿Qué es vapear?
- La ingestión de nicotina u otra sustancia líquida por medio de un dispositivo electrónico que la convierte en vapor.
- Existe gran variedad de aparatos que cambian en forma y tamaño.
- Tienen una batería, un elemento que produce calor y un espacio que contiene el líquido.?La práctica se ha vuelto atractiva para los jóvenes por la diversidad de sabores que permite usar y lo entretenido que resulta hacer figuras al expulsar el vapor.
Pros y contras
- No hay suficiente evidencia sobre sus efectos negativos. Sin embargo, algunas de las sustancias pueden irritar los pulmones y potenciar el asma.Es mejor que el cigarrillo convencional, pero solo para fumadores. En jóvenes puede acarrear peligros.
- Faltan normas para garantizar la seguridad del consumidor, la calidad del producto y las condiciones adecuadas de venta y distribución.