El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, elevó al máximo su presión sobre Beijing al ordenar iniciar el proceso de imponer aranceles a casi todo lo importado de China.
Desde comienzos de la semana, el líder de la Casa Blanca osciló entre señales de apaciguamiento y amenazas contra la potencia asiática y a última hora del viernes sorprendió con un nuevo golpe.
Solo unas horas después de haber proclamado que las discusiones de los dos últimos días con emisarios de China habían sido «francas» y «constructivas», Trump puso manos a la obra para cumplir con una amenaza que viene lanzando desde hace meses.
El presidente «ordenó iniciar el proceso de aumentar los derechos de aduana a casi todo el resto de las importaciones de China, que están estimadas en unos 300.000 millones de dólares», dijo el Representante Comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer.
Desde el año pasado, bienes importados de China por más de 250.000 millones de dólares fueron gravados con aranceles. Este mismo viernes, se elevó al 25% los aranceles de 10% que pesaban sobre productos valuados en 200.000 millones de dólares.
Cumplir la orden de Trump demorará meses. El procedimiento para gravar los bienes por unos 300.000 millones de dólares que faltan debe estar necesariamente precedido de notificaciones públicas, y la apertura de un período de consultas a involucrados, recoger sus comentarios y divulgarlos.
La determinación de Trump es otra forma de elevar al máximo la presión para que China se avenga a las demandas de terminar con sus masivos subsidios y prácticas distorsivas del comercio a las que Washington atribuye su abultado déficit comercial bilateral.
Pero también, el presidente norteamericano puede comprometer la marcha de las negociaciones entre ambas potencias que este viernes habían quedado con un halo de esperanza en un acuerdo.
De su lado, el jefe negociador chino, Liu He, dijo que el diálogo proseguirá en Beijing pese a los obstáculos encontrados.
Ante medios chinos en Washington señaló que «las negociaciones no fracasaron» y que los obstáculos son «un giro normal en las negociaciones… es inevitable».
El negociador destacó «tres puntos de descuerdo»: el retiro de los aranceles punitivos de alcanzarse un acuerdo, como quiere Beijing; sobre la cantidad de productos estadounidenses que China debe comprometerse a comprar para reducir el enorme desequilibrio comercial; y el «equilibrio» en el texto final de cualquier pacto.
Trump dijo que su decisión futura sobre los aranceles dependerá de los progresos que se hagan en las pláticas y aseguró que no tiene apuro por cerrar un trato con Beijing por considerar que está negociando desde una posición de fuerza.
Fuente: El Clarín