Actos homofóbicos se hicieron presente en una panadería Rusa

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Una panadería en Rusia ubicada en Ordzhonikidze, prohibía el acceso a las personas homosexuales al negocio, antes de entrar al sitio había un cartel en madera con ofensas homófobas que hicieron estallar la paciencia de los activistas de los derechos LGBT.

La insultante campaña que empezó hace tres meses un pequeño y ultraortodoxo empresario de Kémerovo (Siberia) se ha terminado abruptamente. Este primero de mayo puso fin a su negocio con un mensaje en Instagram en el que anunciaba el cierre temporal debido “a falsos ataques”.

Antón Ipátov abrió en febrero una panadería y, en lugar de promocionar el crujido de las hogazas o el aroma de sus fogones, no se le ocurrió otra idea que colgar un cartel donde indicaba quién podía y quién no podía comprar allí su pan de cada día.

El establecimiento “Pan de horno ruso de los hermanos Ipátov”, como se llama la panadería situada en la céntrica calle Ordzhonikidze de esa ciudad minera, llamó la atención no sólo porque se pronunciase en contra de los homosexuales, sino porque para demostrarlo recurrió al insulto. Tras cruzar la puerta de entrada, uno se encuentra con el mostrador. A la izquierda, el dueño colgó un cartel de madera en el que mandó grabar la siguiente inscripción: “Prohibida la entrada a los mariquitas”. El escándalo hizo que varios periodistas locales se dirigieran al Servicio Antimonopolio Federal para que comprobase que el establecimiento cumplía todas las normas y leyes vigentes.

Las autoridades no encontraron motivo de sanción porque la palabra utilizada no estaba expresamente prohibida por la ley. Sin embargo Rospotrebnadzor, la agencia federal que se encarga de la defensa del consumidor, empezó a encontrar en la panadería homófoba no pocas violaciones. Que en la tienda no hubiese un suministro de agua centralizado o un sistema de alcantarillas no se ajustaba a las especificaciones de salubridad. En marzo, además, los expertos hallaron fallos en la calidad del pan: un exceso de acidez y una falta de porosidad. También descubrieron que al establecimiento le faltaba parte de la documentación necesaria para su funcionamiento.

El dueño, Antón Ipátov, ha asegurado que el que se vea obligado a cerrar el negocio “no se debe a la calidad de los productos, sino a otros motivos”. Según dijo, “debido a falsos ataques, hemos tenido que cerrar temporalmente nuestra tienda hasta la solución de todas las cuestiones legales”.

Este horno ruso de Kémerovo se enorgullecía, además, de ofrecer un pan natural, con harina de grano cultivado en campos de barbecho, con una masa sin conservantes y hecho finalmente en horno de leña, no eléctrico. “Un panadero no es un mariquita”, se leía también en una pizarra a la derecha del mostrador como conclusión a su forma de elaborar las típicas hogazas rectangulares de pan negro.

Y ni siquiera se avergonzaba de lo excesivamente caro del producto. Un kilogramo de su saludable pero ofensivo pan costaba 650 rublos (casi 9 euros), diez veces más que en la mayoría de las panaderías rusas.

Desde que estalló el escándalo, el propietario no ha ocultado su posición. Según él, la placa de la entrada no discrimina a ningún estrato de la sociedad. Al contrario, son los gays los que provocan que la “gente normal” cambie su forma de vida. La panadería homófoba de Kémerovo no es el único caso de este tipo en Rusia. El establecimiento es socio del oligarca Guerman Stérligov, oficialmente el primer millonario ruso tras el fin de la URSS gracias a sus inversiones financieras, que luego abandonó su fortuna para hacerse campesino. En varias de sus tiendas, Stérligov también colgó un cartel con un mensaje similar contra las minorías LGTBI. Stérligov instaló su red de tiendas “Pan y sal” en el 2017 en Moscú, San Petersburgo, Perm y Kírov.

Tras muchas quejas, sus establecimientos en San Petersburgo y Perm tuvieron que cerrar. Con el mismo impulso, en noviembre del 2018 la policía le exigió que retirara el cartel con palabrotas de la vitrina en su tienda de Moscú. Terminó anunciando que los iba a vender todos. “Tenía que elegir: mantener mi negocio o mi conciencia. Elegí mi conciencia”, dijo el polémico empresario.

Fuente: La Vanguardia.