La influencia geopolítica de China en estos años se ha acrecentado de manera considerable hasta el punto de que hoy quieren disputarle a los Estados Unidos un alto nivel de gravitación en el continente europeo. Estos dos titanes intentan enamorar a sus líderes políticos cada uno con un tono y sesgo diferente. Pero al contrario de los Estados Unidos, quien considera a Europa como una unidad indivisible, la carta que se juega China es la de “divide y vencerás”.
Es así como esta semana el Presidente Xi Jinping inició una ronda de conversaciones con Italia, separada del resto de la Unión, a fin de anudar oportunidades de cooperación e interacción dentro del marco del programa chino de la Nueva Ruta de la Seda.
Roma rompió filas con sus compañeros europeos y firmó un conjunto de acuerdos bilaterales que comprenden inversiones chinas en sectores determinantes de la economía italiana. Puertos, banca, construcción y agricultura son los que más se beneficiarían de esta cooperación. Italia sería, de esta forma, la primera beneficiada de los monumentales fondos para desarrollo de infraestructura de los chinos, desasociada del resto de los miembros de la Unión y sería igualmente la primera potencia miembro del Grupo de los 7 en aceptar dinero ofrecido por el gigante de Asia.
En Bruselas esta bilateralidad no está siendo observada con buenos ojos. Hay unos cuantos analistas que estiman que detrás de toda acción china hay un propósito de influencia estratégica del cual Pekín nunca se divorcia. La Comisión Europea acaba de calificar a China de “rival sistémico” al tiempo que ha emprendido el examen del endurecimiento de sus regulaciones de inversión para hacerle frente a sus indudables planes hegemónicos.
Xi escogió bien al seleccionar a Italia como su primer socio en el suelo de la milenaria Europa. Para nadie es un secreto la debilidad que muestra la economía de la bota italiana desde mediados del año pasado, situación que va aunada a una dramática evolución de su deuda externa que supera la de cualquiera de sus vecinos.
Pero Italia no es el único objetivo estratégico de los chinos. El posicionamiento complaciente del gobierno de Italia está alimentando otros recelos que ya existían de parte de Francia y Alemania en torno a China. Este país ha estado efectuando crecientemente inversiones de gran calado en sectores estratégicos como la banca, la robótica y las telecomunicaciones, lo que está causando urticaria creciente a nivel de los ministerios de economía de los socios.
Ya la Comisión Europea había picado adelante dando a conocer un documento de compromiso sobre competitividad y seguridad de los 28 miembros en el que se definían acciones a acometer para regular la actividad china en el Continente.
Pero Italia decidió diferenciarse del resto haciéndole el juego al Gigante de Asia en sus intenciones de dominio político y de influencia geoestratégica global, mientras consigue para sí mejores condiciones de acceso al vasto mercado de China.
El caso es que este movimiento en solitario de los italianos traerá como consecuencia dificultar la agenda la próxima reunión de alto nivel prevista para dentro de dos semanas. Italia se salió con la suya a espaldas de las otras naciones de la Unión. Pero estas, con Alemania y con Francia a la cabeza, se preparan para hacer que las cabras italianas retornen al corral.
Fuente: Miami Diario