El lateral de los grandes camiones de acarrear escombros les sirve a un grupo de personas que recogen desechos para guarecerse del Sol de mediodía.
Sentados en el contén de la acera, servido en una caja de cartón, almuerzan arroz congrí, boniato hervido y una salchicha picada en pequeños trozos. Las callejuelas interiores del Consejo Popular Jesús del Monte, estrechas, onduladas y empinadas, aún se ven polvorientas, hay trozos de cascotes de hormigón apilados en las aceras y arbustos desgajados como si una severa sequía los hubiera marchitado.
Una pátina de barro seco está impregnada en el pavimento. El humo de los camiones cargados de residuos desandan las angostas calles del único distrito habanero con una topografía peculiar, con tres colinas: la Loma del Burro (55,6 metros), la Loma de Jesús del Monte (33,8 metros) y la Loma del Mazo, la más alta con 76,5, metros. La circunscripción delimita con las barriadas de Santos Suárez, Lawton y Luyanó.
Bordeando las estrechas y derruidas aceras, se encuentran casas de madera que habían sobrevivido los siglos XIX y XX y los primeros diecinueve años del siglo XXI. Hasta que llegó el tornado sin nombre el pasado 27 de enero.
Emelina, mulata de mirada huidiza y grandes ojeras, lo único que recuerda del tornado es haberse despertado asustada, mojada por la lluvia y un reguero de trastos por toda la casa. “Me había tomado una pastilla antialérgica y me tiré un rato en la cama. Cuando desperté ya no había nada. Ni techo, ni muebles ni los cuadros de fotos de mi abuelo. Yo pensé que estaba viviendo una pesadilla y me pellizcaba una y otra vez para despertarme. Pero era real. En unos minutos, el tornado se había llevado parte la memoria histórica de mi familia y cosas que había comprado con mucho esfuerzo. Me dejó como al cabaret Tropicana: bajo las estrellas”, dice intentando bromear, pero el dolor no se lo permite.
Emelina recibe ayudas de personas que conmovidas por tanto desastre le dan lo que pueden. “Un cubanoamericano me regaló 300 dólares. Me dijo: ‘Guárdalo para que puedas comprar materiales y levantar tu hogar. Cuando regrese en los próximos meses te voy a traer electrodomésticos y adornos’. Otros me han ofrecido ropa, comida y dinero. Si algo bueno ha dejado el tornado es que ha sacado a relucir las mejores cualidades de los cubanos”.
Según Emelina, las autoridades van más lentas que las personas. “De la atención médica no me puedo quejar. Pero los funcionarios pasan por aquí y te prometen villas y castillas, parece que están haciendo una campaña electoral. Luego todo se demora. Veo muy mal eso de vender comida a los afectados por el tornado, aunque sea a precios bajos. El viernes fui al local donde asignan materiales, pero el burocratismo te saca de quicio. Para darte [autorizar la venta de] un poco de cemento, bloques y cabillas te preguntan un montón de datos: ¿cuántos metros cuadrados tenía mi techo, qué cantidad de bloques llevaba la pared? Como si yo fuera albañil o arquitecta. No tengo casa, les dije, creo que con eso basta. Me han dicho que nos van llevar a un albergue habilitado por la zona. Eso me asusta. Conozco caso de personas albergadas que llevan veinte años esperando por una vivienda nueva”.
La solidaridad entre vecinos se acrecienta en momentos difíciles. Reinaldo, padre de dos hijos, reside en una habitación con techo de tejas y paredes de ladrillo y madera, ubicada en una cuartería de cabañas miserables. Mientras bebe ron en una esquina del barrio, cuenta cómo vivió el tornado el domingo 27 de enero.
“Aquello fue tremendo. Fue como una podadora de césped. Chas, chas, iba destrozando todo lo que encontraba a su paso. Si arrancó de cuajo el techo de casas de mampostería en Santos Suárez, el tornado no paso ningún trabajo pa’ levantar en peso las casuchas de madera que encontró en Jesús del Monte. Increíblemente a la mía nada más le arrancó el techo, pero dentro no dejó títere con cabeza. El televisor, los muebles y el refrigerador los hizo trizas. Las autoridades me van entregar unas cuantas tejas y un poco de arena y cemento. Nosotros mismos tenemos que reparar la casa. A los constructores los van a destinar a los ancianos que viven solos. Lo que te dan te lo rebajan a la mitad, pero hay que pagarlo, aunque dudo que mucha gente lo pueda pagar. Pa’darte cualquier mierda, tremendo papeleo. Pasan por las casas un montón de veces. Te hacen una ficha técnica, del carajo. Al menos ya tenemos luz, vino el viernes por la noche. Si uno se queda nada más pensando en los problemas que el tornado dejó, se vuelve loco. Lo mejor es despejar, curdear [beber alcohol] pa’ olvidar el mal rato”, aconseja Reinaldo, que aprovecha para pedirle dinero a quienes se paran a escuchar su historia.
La mayoría de los vecinos de Jesús del Montes que charlaron con DIARIO LAS AMÉRICAS destacan la solidaridad de sus compatriotas. Se repiten las historias de artistas y deportistas famosos que pasaron por allí y de manera espontánea donaron dinero, alimentos, ropa y útiles de aseo.
“Dicen que el pelotero Alfredo Despaigne iba a donar 21.000 dólares para reparar dos casas. Despagine con su equipo de Las Tunas que participa en la Serie del Caribe, estuvieron por aquí en la recogida de escombros. El hombre se conmovió al ver tanto desastre. Pero se comenta que las autoridades quieren que coloque el dinero en una cuenta bancaria y él quiere entregarlo personalmente. Todo el mundo en el barrio se pregunta por qué el Estado quiera abarcar y controlarlo todo. Que deje que la gente dé lo que quiera a los damnificados que ellos entiendan”, expresa Lourdes, maestra de primaria que sufrió daños severos en su vivienda.
A la mítica Iglesia de Jesús del Monte, que ha brindado servicios religiosos y conserva la misma estructura arquitectónica desde 1871, los vientos en espiral del poderoso tornado le ocasionaron destrozos considerables en el techo, en el interior de la parroquia y la cruz de bronce fundido fue arrancada de cuajo de su cúpula. Afuera, un grupo de vecinos espera para recibir agua y comida. Sale un sacerdote y en tono jubiloso anuncia: «Encontraron la cruz, pronto se repondrá en su sitio». La gente aplaude. En la última semana no todo fueron malas noticias.
Cortesía:EFE