(MiamiNews24).-Un año después de que un hombre asesinara a balazos a 58 personas que disfrutaban de un concierto al aire libre en pleno centro de Las Vegas, la vida en la ciudad de las luces parece tan palpitante e intensa como siempre, pero las de muchas personas no han acabado de reponerse.
Maritza King es una sobreviviente de la matanza que sacudió a Las Vegas y a un país entero el 1 de octubre de 2017 y tiene muy presente lo que ocurrió aquella noche de domingo, en la que además resultaron heridas más de medio millar de personas.
Nunca conoció a Stephen Paddock, pero este asiduo visitante de casinos de 64 años definitivamente le cambió la vida cuando por motivos aún desconocidos decidió disparar desde la ventana de su habitación en el Hotel Mandalay Bay hacia el público del concierto, donde ella trabajaba esa noche limpiando los baños portátiles.
«Yo estaba trabajando en los baños y estaba a cargo de los trabajadores de esa área. Primero creímos que eran cohetes, pero en la segunda ráfaga nos dimos cuenta de que eran balas», relata en una entrevista con Efe en vísperas del primer aniversario.
«Comencé a meter a los trabajadores que encontré, entre esos mi hermana, a un contenedor de acero. Luego empezamos a meter gente del público, pero como el contenedor no se cerraba desde adentro, yo me quedé todo el tiempo sosteniendo la puerta desde adentro con mis dedos por fuera», recuerda Maritza con pena, pues, según dice, hubiera querido hacer más.
Margarita Romano, terapeuta de salud mental que ha estado atendiendo a decenas de sobrevivientes y familiares a través de la organización BBS-Mente Sana, afirma que si no hubiera sido por personas como la limpiadora Maritza la lista de víctimas hubiera sido aún más larga.
Paddock, que había modificado hasta 12 armas para convertirlas en automáticas, estuvo disparando sin interrupción entre 9 y 11 minutos, según informaciones policiales.
«Maritza, como muchos otros hace parte del grupo de héroes anónimos que esa noche salvaron vidas sin importar si ponían las suyas en peligro. A ellos hay que reconocerlos y agradecerles porque gracias a ellos la tragedia no fue mayor», recalca Romano.
Aunque la vida sigue en Las Vegas con la misma intensidad de siempre para los turistas que recorren este fin de semana la famosa Strip, la principal arteria de la ciudad, el recuerdo de la matanza más luctuosa de la historia contemporánea de EE.UU. se siente.
En el famoso aviso de «Bienvenida» a la ciudad se acaban de instalar 58 cruces con los nombres de todos aquellos que perdieron la vida el 1 de octubre de 2017 a causa de los disparos hechos por Paddock.
En el edificio de gobierno una exhibición fotográfica recuerda también a los caídos, pero también a los héroes, ciudadanos, oficiales y paramédicos que hacen ahora parte de esa historia.
La comunidad ha armado altares y organizado actos conmemorativos, vigilias y otros eventos para recordar no sólo a las víctimas y sus familias y a los sobrevivientes y a los héroes, sino a todos aquellos que acudieron al llamado de donar sangre, de donar tiempo, dinero y muchas cosas más.
«Hace un año dijimos que nuestro sello era #VegasStrong (VegasFuerte), y hoy podemos decir que es #VegasStronger (VegasMásFuerte) porque la comunidad de esta ciudad multicultural y multirracial por excelencia se unió sin prejuicios y desde entonces sigue unida», dice Romano.
«No nos hemos recuperado, aún hay heridas abiertas, pero seguimos trabajando para cerrarlas, o al menos sanarlas de la mejor manera», asegura la terapeuta.
De acuerdo con expertos en salud mental recuperarse de una experiencia en la que se enfrenta a la muerte puede tardar años e incluso la vida entera.
«Yo al día siguiente fui a trabajar porque no quería que mi vida cambiara, pero no es tan fácil», cuenta Maritza.
«Por varios días no dormí, sigo teniendo ansiedad, veo todo de otra manera y aunque quiero ser la misma, pues ya no soy», afirma Maritza, quien continúa en terapia y sigue trabajando en el Mandalay Bay a través de una compañía externa.
«Eventos como ese que llamamos de vida o muerte terminan siendo un parteaguas para quienes los viven. Su vida es una antes de ese evento y va a ser otra después del mismo evento», apunta Romano, quien dice también que el camino por recorrer es largo tanto para recuperarse del estrés postraumático.