(Miaminews24).- Hace 7 años, cuando el esqueleto de acero del edificio que se llamaría Trump Ocean Club iba por 62 de los 70 pisos planeados, uno de los urbanizadores alardeó a un reportero de la revista Time: “Cuando uno piensa en París, piensa en la Torre Eiffel, y cuando piense en Panamá, va a pensar en este edificio”.
Ahora la profecía se ha cumplido, aunque de una manera que pocos esperaban. En extraño golpe empresarial que se desarrolló ante los ojos de la prensa mundial hace unos días, el hotel panameño que llevaba el nombre de Trump le fue arrebatado en una operación planeada por un atrevido financista joven de Miami Beach.
Armado con la orden de un tribunal panameño y un grupo hombres con patas de cabra, Orestes Fintiklis de 39 años, tomó el control del hotel e hizo retirar la placa con el nombre de Trump de la instalación, después de 10 días de enfrentamientos públicos e incluso una guerra a empujones entre grupos de abogados, guardias de seguridad y directivos rivales.
“Panamá es un lugar loco, hemos visto muchas locuras, pero nada como esto, jamás”, dijo un alto funcionario del gobierno panameño que pidió no ser identificado. (“Déjenme fuera de esto”.) “Un presidente estadounidense que pierde un hotel a manos de un joven del que nadie ha escuchado hablar… Incluso en Panamá sto es algo asombroso”.
Técnicamente, los tres párrafos anteriores merecen un asterisco. Trump no está personalmente involucrado en la disputa; pero su compañía, The Trump Organization, (de la que todavía es propietario a través de un fideicomiso, pero cuya administración entregó a dos de sus hijos cuando asumió la presidencia) sí.
Y la batalla no es por la propiedad del hotel, que la empresa de Trump nunca ha tenido, sino por el lucrativo contrato de administración. The Trump Organization parece haber perdido el contrato, al menos temporalmente: un tribunal panameño puso el contrato en manos de una parte neutral, y para finales de la semana pasada el hotel tenía un nuevo nombre, Bahía Grand Panamá, y una página digital que alardeaba de tener “un cambio fascinante: tenemos una nueva administración”.
La batalla jurídica por el contrato de administración sigue su curso en Panamá, donde pudiera demorar años en solucionarse, y la compañía de Trump bien pudiera terminar ganando el caso. La compañía “sigue confiando en que no solamente va a ganar, sino que va a recuperar todos los daños, costos y honorarios de abogados”, dijo Amanda Miller, vicepresidenta de Comunicaciones de The Trump Organization.
El caso también ha colocado en el candelero a Fintiklis, el inversionista en bienes raíces de Miami Beach que sacó a Trump del negocio. A pesar de ser poco conocido en el sur de la Florida —tanto que uno de sus pocos rastros públicos es una multa del 2011 en Broward por conducir con las placas vencidas— Fintiklis se ensañó en el hotel con gran regocijo.
Fintiklis, griego chipriota de nacimiento, libró muchos de sus enfrentamientos con directivos de The Trump Organization en el lobby del 15to piso del hotel, donde los reporteros podían observar, y muchas veces celebrar sus victorias (o llorar sus derrotas).
Muchas de las habitaciones del hotel son en realidad condominios que los dueños entregan a la compañía administradora para su arrendamiento. Fintiklis les escribió que la compañía de Trump “sigue pegada a nuestra propiedad como una sanguijuela que nos saca hasta la última gota de sangre” y clasificó la carta “Privada & Confidencial”, lo que prácticamente garantiza que sería filtrada a reporteros en Panamá, donde el chisme parece casi un deporte nacional.
Aunque cotorreó con los reporteros frecuentemente durante las emboscadas a directivos de la compañía de Trump en el hotel, Fintiklis en general evadió todos los intentos de preguntas serias y no devolvió varias llamadas del Miami Herald.
Antiguos colegas dicen que trabajó 10 años en la firma internacional de bienes raíces Dolphin Capital Partners, que tiene una oficina en Miami Beach especializada en propiedades en América Latina, antes de irse a trabajar solo hace aproximadamente un años.
Colegas dicen que era oficial del ejército chipriota antes de graduarse primero en su clase en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oxford en Gran Bretaña.
“Tiene un historial jurídico muy fuerte”, dijo un colega. “Es muy listo, un individuo muy talentoso con gran personalidad. También es un buen pianista y un muy bueno kite surfer, amante de la buena mesa y la ópera… .
“Es un tipo asombroso, hace todo lo que debe. Tengo confianza de que va a sacar a Trump del hotel”.
El hotel —el primero de sus acuerdos en el extranjero— parecía una inversión inteligente cuando Trump se involucró en el 2006 como un proyecto de capacitación laboral para su hija Ivanka. Ubicado en Punta Pacífica, una zona de clase alta de la Ciudad de Panamá, fue construido sobre terrenos recuperados del mar a un costo entre 10 y 20 veces mayor que cualquiera de los demás rascacielos de la ciudad.
Pero Trump no tuvo nada que ver con la construcción del edificio. Le pagaron $5 millones por el uso de su nombre y después comisiones por cualquier operación financiera que ayudara a coordinar y por las unidades vendidas. Cuando el edificio se terminó en el 2011, The Trump Organization obtuvo el contrato de administración, que tiene un valor de varios cientos de miles de dólares al año.
Pero aunque las unidades se vendieron bien, el proyecto quedó abrumado financieramente y hubo alegaciones de que manejaba dinero sucio. Varios vendedores, muchos de ellos rusos o de las antiguas repúblicas soviéticas, huyeron de Panamá para escapar a acusaciones que iban desde lavado de dinero hasta asesinato. Los rusos estaban entre los principales objetivos de venta de los apartamentos).
Y a los pocos meses de abrir en julio del 2011, Fitch Ratings le redujo la calificación de la deuda, lo que provocó dudas de que los compradores quizás no pudieran ocupar sus unidades. Uno de los urbanizadores cayó en mora en el pago de la deuda y se declaró en bancarrota en el 2013.
Así las cosas, sigue siendo un misterio la razón por la que Fintiklis se metió en este entorno financiero. Pero en agosto del 2017 compró 202 de los 369 apartamentos del hotel (a un costo estimado de $25 millones), convirtiéndose así en el propietario controlador.
Fintiklis emitió un comunicado en que llamó al Trump Ocean Club “un hotel icónico” y que esperaba trabajar con The Trump Organization para hacerlo “el hotel más destacado del país y toda la región”.
Pero la luna de miel resultó breve. En octubre, Fintiklis se reunió con dueños de los apartamentos y les dijo que el hotel tenía una pésima administración que estaba casi vacío, y los exhortó a votar con él para sacar a la compañía de Trump. Así lo hicieron. y rápido.
Ese cambio acelerado de “hotel icónico” a “virtualmente vacío” hace que algunos empresarios panameños sospechen que Fintiklis planeó desde el principio sacar a Trump.
“Es difícil cree [que Fintiklis] invirtió todo ese dinero en un hotel sin verificar primero si alguien se hospedaba en el lugar”, dijo un empresario panameño, quien agregó que el precio de venta —“la oferta de precio era de $4,000 por pie cuadrado, pero [Fintiklis] lo compró por $1,000 [el pie cuadrado”— fue otra pista obvia.
Directivos de la compañía de Trump, al tiempo que reconocen que el índice de ocupación del hotel es bajo (aunque mucho mejor que sus competidores en el mercado de lujo, dicen), insisten en que Fintiklis tenía toda la información a la mano. Agregan que tienen un contrato para administrar el hotel hasta el 2031, que solamente puede cancelarse después de someterlo a un arbitraje. Esa será seguramente uno de los asuntos que se diriman en el tribunal.
Mientras tanto, muchos panameños parecen desilusionados de que se haya terminado la telenovela en el lobby del hotel.
Con información de ENH.
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