Gattuso, nuevo entrenador del Milán: la vuelta del guerrero

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(Miaminews24).- Gennaro Gattuso dejó de jugar al fútbol cuando una parálisis en un nervio craneal le empezó dañar la vista y su cuerpo dejó de responder. Tenía 34 años, había pasado 13 temporadas en Milán y algunos se cuestionaban cómo pudo llegar tan alto. El primero, él mismo, cuando con 15 años compartía vestuario con Andrea Pirlo. «Me pregunté si yo jugaba a lo mismo, si no debía cambiar de profesión», confesó más tarde.

De joven se había dedicado al rugby y después a algo parecido, pero sobre un campo de fútbol. Su carácter intempestivo lo devuelven ahora a su equipo de toda la vida, aunque esta vez -a sus 39 años- como entrenador.

Gattuso dijo también sobre Pirlo que le había «pegado más tortazos que Bud Spencer a Terence Hill». «Fuera del campo es un gran hijo de puta», terminó asegurando cuando éste anunció su retirada. Gattuso hizo muy buenas migas con Pirlo, como con Del Piero o Totti, aunque al bruto no se le ocurra mejor halago que el insulto para el virtuoso.

El escudero del fútbol bonito

Cuando a los estilistas italianos le preguntan por el destructor de aquellos años de oro, responden de una forma parecida. A Rino, como llaman a Gennaro, lo consideran el feo, pero nunca el malo.

En una Italia deprimida tras quedar apeada del próximo Mundial, recordar la última generación que les trajo aquel título inspira nostalgia. Y sería imposible concebir únicamente la clase de los ya citados sin la entrega de Gattuso. Con su estilo hosco y torpón, se convirtió en el mejor escudero de quienes sólo se preocupaban por hacer del fútbol algo bonito. Eran otros tiempos, existía el mediapunta y no tenía que ser fuerte ni recorrer todo el campo. Para eso ya estaba Gattuso. Siempre estaba Gattuso.

Así, junto a Maldini, Nesta y compañía, no sólo levantó la Copa del Mundo con Italia, sino que se llevó dos Champions y otras tantas ligas con el Milan. El resto de Italia lo tenía que querer a la fuerza, pero si se convirtió en un ídolo lo fue sobre todo con los rossoneri.

Intensidad en los banquillos

Allí regresó al principio de esta temporada para entrenar a su segundo equipo, que en Italia compite en una liga de filiales junto a los juveniles de los otros conjuntos de la Serie A. Dejaba atrás una experiencia de dos años en el Pisa, donde tuvo una experiencia tan borrascosa como su carácter. En la primera temporada consiguió el ascenso a la Serie B, mientras que en la segunda el club estuvo a punto de irse a la quiebra y finalmente descendió.

Algo parecido le pasó en sus anteriores andaduras en los banquillos, que comenzaron como entrenador-jugador en el Sion de la Primera división suiza. Duró sólo tres partidos. Más tarde se marcharía ya como técnico al Palermo, donde fue despedido tras ocho partidos, mientras el equipo atravesaba graves problemas económicos.

También el OFI de Creta, al que llegó un año más tarde, se encontraba al borde de la bancarrota cuando lo cesaron a mitad de temporada. Pese a las adversidades, Gattuso se consideró un superviviente, como en su época de jugador.

El arrebato como estado natural sigue conviviendo con él en los banquillos. El año pasado protagonizó un episodio insólito al ‘autoexpulsarse’ en un partido, tras rechazar una decisión arbitral. En lugar de verter su ira contra el colegiado, como reconoció que habría hecho, decidió marcharse por sí mismo al vestuario. Sus equipos son intensos como lo es él, promete sangre caliente desde el área técnica.

Y eso es lo que le ha llevado al Milan a confiarle el puesto de entrenador. Tras gastar una millonada en el verano y una más que decepcionante séptima posición en la Liga, los propietarios chinos se han cansado de la sutileza de Vincenzo Montella. En su eterna batalla de los últimos años, los rossoneri buscan reencontrarse a sí mismos.

Hace falta carácter piden los aficionados. Otra cosa no, pero en eso Gattuso no anda escaso.

Con información de AFP.

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