“En Estados Unidos ya casi no hay librerías que vendan textos en español”

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(Miaminews24).- Hace 33 años, el granadino Alfonso Vijil  compró su primera librería en California, Estados Unidos, país al que llegó cuando tenía dos años. No le ha ido nada mal. Hace tres años compró su segunda librería. Ambas tienen un inventario total de 30,000 libros, con la particularidad que todos son de escritores latinoamericanos. 

Recién llegado a Estados Unidos, Vijil recuerda que vivió discriminación por su origen: “la gente nos veía raro porque hablábamos español”. Ahora ha hecho de los libros latinos su negocio. En 1984 compró la librería Libros Latinos, que se ubica en la ciudad de Redlands. Su inversión superó los US$100,000.

Hace tres años adquirió la librería Latin American Books en Nueva York, y la trasladó a California. En un mercado dominado por la venta y lectura del libro digital, el granadino Alfonso Vijil ha alcanzado el éxito con dos claves: solo vende libros en español y sus principales clientes son las bibliotecas.

De Granada se fue junto a su mamá a San Francisco, California, en 1958. Estudió Economía y Administración de Empresas en la Universidad de California, trabajó por cuatro años en varios bancos, pero desde 1984 trabaja por cuenta propia, entonces tenía 28 años.

Desde que estaba en la universidad empezó a vender libros a sus compañeros. Los libros son su negocio y paradójicamente no le gusta leerlos. También es coleccionista, una de sus piezas más valiosas es una colección de 1,800 libros de Rubén Darío, en su mayoría de primera edición.

¿Por qué su familia decidió irse a Estados Unidos? ¿qué ha sido lo más difícil que le ha tocado vivir?

Cuando mis padres decidieron irse a Estados Unidos, aquí en Granada tenían una librería pequeña y mi mamá se desesperaba al ver a mi papá sentado con los pies sobre una mesa leyendo una novela y por eso lo presionó para que se fuera a Estados Unidos. Era frustrante para ella, creo yo, esperar que llegara alguien a comprar un libro. Mi papá se fue primero y a los dos años nos fuimos mi mamá y yo. Entonces, yo tenía dos años.  Lo más difícil fue ser diferentes, latinos, porque casi no había inmigrantes, todo mundo era estadounidense o afroamericano. Nos miraban como cosa rara porque hablábamos español.

¿Cómo es que usted decide entrar al negocio de los libros?

Los libros me interesaron en lo personal, desde que estaba en secundaria. No pensaba hacer de los libros mi carrera, soy una persona práctica, estudié Administración de Empresas y a eso me iba a dedicar. Sin embargo cuando estaba en la universidad ya vendía libros: venía a Nicaragua a comprarlos y me los llevaba a vendérselos a la misma universidad.

Después ya mandaba carga aérea, eran muchos libros los que mandaba. Tenía 18 años. Vendía quizás unos 1,000 libros al año porque luego varias bibliotecas de universidades me empezaron a comprar.

EL 90% de mis ventas siempre han sido y son para bibliotecas.  Empecé llevando libros de autores nicaragüenses, luego llevé centroamericanos, incorporé el Caribe. Me pasé 10 años comprando y vendiendo libros.

En 1984 compré la biblioteca Libros Latinos, ya había salido de la universidad y la biblioteca tenía una manera de hacer las cosas y seguí el mismo patrón de manejar libros de toda América tanto antiguos como nuevos.  También introduje nuevas temáticas como libros de arte, porque al vender libros de arte ya estás vendiendo a museos de arte y eso ya es un nuevo mercado.

¿La librería, qué tanto creció con su administración?

Siguió igual porque el libro decayó, a finales de los años 70 y 80 era una época buenísima para vender libros porque las bibliotecas tenían dinero, compraban todo lo que podían. Hoy en día los presupuestos no han subido en 30 años. Ahora con el mismo presupuesto del año tienen que pagarles más a los empleados. Gastan más en personal, pero no elevan el presupuesto para comprar en libros.

Yo me he mantenido haciendo clientes nuevos, o sea vendiéndole a más bibliotecas y con la venta del libro antiguo que tiene un mercado más amplio incluyendo los coleccionistas.

¿Cómo ha afectado a su negocio el creciente mercado del libro digital?

El libro digital afecta las ventas de libros en físico, luego las bibliotecas cooperan. Antes las bibliotecas todas compraban el mismo libro, ahora se unen y se prestan entre ellas, forman redes.

Por ejemplo, hay un grupo de bibliotecas que se llama Las Grandes 10, que funcionan en el centro de los Estados Unidos. Una de las 10 compra un libro y lo presta. También todo lo antiguo está en el Internet, porque Google ha reproducido los libros y los tiene en la web.

Aun así hace tres años compré la librería Latin American Books. Estaba en Nueva York y la trasladé a California. Más que todo vendemos a bibliotecas y departamentos de español.

¿De cuánto es el inventario actual de sus dos librerías?

Ambas tienen en total 30,000 libros que distribuimos a más de 500 clientes, principalmente las bibliotecas.

¿Cuál es la clave para mantener un negocio en Estados Unidos y más aún en un mercado que compite desproporcionalmente con lo digital?

En el caso de mis librerías la clave es mantener a bibliotecas como clientes, porque el público en general quiere algunos libros pero eso no te va dar suficiente como para mantener una librería, por eso muchas han cerrado. En los Estados Unidos ya casi no hay librerías que vendan textos en español, nosotros prácticamente somos los últimos porque no llega la gente. Hay librerías en Miami que han cerrado, otras en Nueva York, otras en Washington. Han cerrado porque no vendían ni para cubrir el alquiler y ese gasto va subiendo.

En Nueva York hace 10 años necesitabas US$10,000 para tener un espacio y eso es imposible sacarlo de la vente diaria de libros. Si alguien va a tratar de vender libros en español al público va a quebrar, no va durar un año. Y en el caso de las bibliotecas buscan a gente que ya conocen.

¿Ese siempre fue el inventario total o con usted ha venido creciendo?

Antes de que comprara Libros Latinos, por ejemplo, el inventario total solo de esa librería era de 100,000 libros, pero se vendieron todos a una biblioteca y estuvo bien porque no tuve que comprar 100,000 libros que no se iban a vender. Así que al comienzo no tenía mucho material. En dos años pude comprar tres bibliotecas y tenía 25,000 libros, aunque no me gusta tener tantos porque de esos 25,000 libros que compré a lo mejor tengo todavía 5,000 que no se han vendido.

¿De cuánto fue su inversión en estas librerías?

Con la primera librería, Libros Latinos, invertí al menos 100,000 dólares en los primeros dos años. Ya con Latin American Books, la inversión fue comprar los libros que uno envía a los clientes y fue mucho menor.

¿Cómo ha logrado mantener sus clientes?

Ya no funciona mandar un catálogo a las bibliotecas y esperar que te digan cuál es el libro que quieren. Ahora lo que hacen es que te dan un presupuesto y piden una cantidad establecida de libros de América Latina al año y van renovando contrato. Si estableciste una alianza es difícil que le compren a otro.

¿Cuáles son los libros que más compran las bibliotecas?

Los de autores latinoamericanos como la última novela de Sergio Ramírez, o si alguna novela gana un premio ya vendo quizás 40 ejemplares.  Cuando un autor muere o gana un premio es cuando sus libros más se venden.

Ahorita que Claribel Alegría ganó el Premio Reina Sofía, lo que hice fue investigar en Internet qué había de ella, cuáles eran sus publicaciones más antiguas y compré varios libros de ella. Ese tipo de material fuera de lo común es el que más compran las bibliotecas.

¿Cuántos trabajadores hay en sus librerías y de qué nacionalidad son?

Seis en las dos librerías. En cuanto a la nacionalidad no discriminamos, pero uno de los requisitos es hablar español y ahí es donde me llega solo gente latina. Tengo trabajadores de Colombia y México y también un estadounidense.

¿Cómo le va como coleccionista?

Bastante bien, es un mercado más pequeño, pero con mejoras y más rápidas ganancias. Colecciono libros nicaragüenses desde hace 40 años. Viajo por toda América y España en busca de libros de colección, lo que sucede con esto es que en el caso de libros antiguos y las primeras ediciones de libros famosos se venden más caro. Lo más curioso es que tengo una colección de 1,800 libros de Rubén Darío, que hasta ahora no he querido vender.

¿Y a usted le gusta leer?

Poco. Yo solo leo noticias y algunas revistas. De vez en cuando un libro lo que hago es coleccionar libros pero no los leo. Si alguno me interesa es generalmente cuando el contenido es histórico o político

Fuente: elnuevodiario.com