(Miaminews24).- Manolo Sánchez tenía la casa de sus sueños. Cuatro habitaciones y tres baños en Miami Lakes, con un diseño a su manera que había ampliado de los 1,700 pies cuadrados originales hasta los 3,000 con que terminó y que lo dejaron muy satisfecho porque era exactamente como lo concibió.
“Tenía algo muy afectivo con esa casa”, dice Sánchez, contando que cuando vivían allí sus tres hijos, la amplia residencia con vista al lago era perfecta, pero luego los jóvenes formaron su propia familia y se fueron.
Sánchez, de 72 años, y su esposa Maritza, de 66 años, se quedaron solos, o peor aún, con un paquete de gastos que él llama “el dolor de cabeza”.
“El cheque del Social Security no alcanza para nada”, exclama Sánchez, sumándose al coro de protestas de los que dicen que Miami es una ciudad incosteable. “Qué se puede hacer con $900 de entrada, 4,000 y pico de taxes y 3,000 y pico de seguro. Es prácticamente imposible vivir”.
Sánchez, vendedor de bienes raíces semirrefinado, tomó la decisión que se ha convertido en recurso de supervivencia para muchos en el sur de la Florida: vender su casa y comprar otra más pequeña, en su caso un condominio en Century Village, una comunidad para mayores de 55 años en Pembroke Pines.
¿Qué tiene Miami que se ha vuelto tan irresistible para los inversionistas extranjeros?
Por su estratégica ubicación entre América Latina, el Caribe y Estados Unidos, por ser el tercer centro financiero más importante a nivel nacional, y el lugar favorito de miles de turistas, el Sur de la Florida es considerado el mercado número uno en bienes raíces de Estados Unidos.
“Compré el apartamento cash y lo rehíce a mi gusto. Aquí vivo por $400 de mantenimiento y $500 de impuestos. Pagó $75 de luz y no tengo jardinero. Cuando el ciclón se cayeron unas matas y las reparaciones quedaron en manos de la Comunidad”.
El “dolor de cabeza” que tenía Sánchez lo comparten muchos miamenses de todas las edades que hacen milagros para sobrevivir. Los alquileres y precios de la vivienda estratosféricos, los impuestos de la propiedad y las ascendentes primas de seguros, especialmente los de protección contra huracán, que con cada amenaza de otro golpe de la naturaleza vuelven a subir, asfixian a muchos.
“Un apartamento pequeño puede costar $1,300”, ejemplifica Sánchez. “Uno mejor se monta en $1,700, y en el Doral no encuentras nada por menos de $1800. Es la situación que hay en el mercado, y siguen subiendo los alquileres”.
Varios lectores de El Nuevo Herald expresaron en Facebook su frustración por la carestía de la vida en Miami.
“Con el tiempo Miami quedará solo para ricos”, dijo Carlos Manuel Nieto Reyes. “Se convertirá en un sitio parecido a Las Vegas, donde solo se va a jugar, pero en este caso a vacacionar. Qué lástima, principalmente para los emigrantes, que no nos quedará más que tomar rumbo norte”.
Éxodo hacia lugares más baratos
La respuesta de muchos residentes del sur de la Florida, especialmente los jubilados que viven de su retiro –una entrada fija–, y en el mejor de los casos, unos limitados ahorros, ha sido mudarse en la misma Florida hacia lugares más baratos; a otros estados, donde quizás se pueden comprar una casa en varios acres de terrenos, junto a un lago o río, y por los $200,000; o a un país de Latinoamérica, donde pueden darse una vida de lujo con alrededor de $1,500 mensuales.
Sánchez cuenta el caso de un cliente que vendió su casa en Hialeah por $250,000 y se mudó a Cali, Colombia, donde se compró un apartamento de dos cuartos y dos baños por $35,000.
“Se compró también un carrito de segunda mano porque dice que allí no se puede ostentar, en primer lugar por los secuestros, pero vive regaladamente”, añade. “Tiene una señora que limpia la casa, y desayuna y almuerza enfrente por unos cuantos dólares”.
Blanca Byrne, vendedora de bienes raíces, cuenta el caso de un cliente que la había llamado esa misma mañana para decirle que quería irse de Miami y comprarse una casa en el norte de la Florida por $160,000.
“En Miami no se encuentra ni un condominio por ese precio”, afirma Byrne, que trabaja con la compañía Keller Williams. “[El cliente] Dijo que vivir aquí era demasiado caro, aunque en su caso tiene propiedades y las va a dejar alquiladas. Pero busca también más tranquilidad”.
“Muchas personas que están vendiendo para hacer algo parecido están todavía en sus 50 años y no se han retirado”, apunta.
“Piensan que estamos llegando al tope de los precios, así que creen que es mejor vender ahora, sacar dinero y con eso comprar otra cosa”, señala, poniendo como ejemplo el caso de un matrimonio, un abogado y una decoradora, que vendieron su casa en Miami, en la que pagaban hipoteca, y con la ganancia se compraron un townhouse en Júpiter al contado.
Aunque ha tenido clientes que se han mudado fuera del estado –a Missouri o a las Carolinas, por ejemplo– la mayoría de los que hacen esa operación se van a otra ciudad en la Florida.
Pequeños negocios de la Pequeña Habana en peligro de desaparecer
El aumento de las rentas y la creciente demanda por los bienes raíces en el área han puesto entre la espada y la pared a los propietarios de negocios de la zona.
Muchos lectores comentaron en Facebook que se habían mudado o conocían a alguien que lo había hecho a West Palm Beach, Cape Coral, Kissimmee, Tampa, y también a Texas, Nueva York, Arizona o Canadá, por citar solo algunos puntos donde eligieron vivir.
“Decidí mudarme a Tampa y me estoy ahorrando un 30 por ciento de lo que pagaba en mis billes mensuales, y todavía puedo ahorrar un poco al mes”, escribió alguien que se identifica en Facebook como Al Yankista. “En Miami trabajaba solo para pagar las cuentas. Ya el año que viene voy a comprar mi propiedad. Aquí están por debajo de los precios locos e inflados de Miami”.
Por su parte, también en Facebook, Rafa Fraga contó que después de vivir nueve años en Miami, “me tuve que ir para Texas, donde es más barata la renta. Todo sube en Miami menos el salario, hay mucha corrupción, no hay orden, la FPL [Florida Power & Light] sube las tarifas cuando quiere, hay un toll dondequiera, y la renta sube sin control”.
Llegan más de los que se van
Si bien puede observarse una tendencia al éxodo, la población de Miami sigue creciendo sistemáticamente, y al haber menos terrenos para construir, la vivienda existente se hace más valiosa, señala Manuel Lasaga, profesor en el Departamento de Finanzas de la Universidad Internacional de la Florida.
Es justamente la situación de Miami como centro financiero, turístico y de comercio internacional, unido a su atractivo como un lugar de buen clima, donde existen oportunidades de empleo y se encuentra una variedad de restaurantes y de espacios para el entretenimiento y la cultura, lo que mantiene el flujo de personas a la ciudad. Siguen llegando más de los que se van, señala el experto.
Por la misma razón, la demanda de viviendas provoca el aumento de los precios, y a su vez, como un efecto dominó, suben los costos de los servicios y bienes.
“El aumento del costo de la vivienda en Miami no es una fiebre, refleja el crecimiento orgánico de la ciudad”, dice Lasaga, indicando que en el último año este ha aumentado entre un cinco y un seis por ciento, pero aún así se mantiene por debajo de otros centros importantes del país como California, Nueva York y Chicago.
En cuanto al aumento del seguro de la propiedad, este se debe a las presiones sobre las aseguradoras por los daños causados por los huracanes. Muchas compañías no quieren asegurar en la Florida, y cada vez hay menos de dónde escoger en cuanto a precios.
Con relación al costo de la vida, no avizora una solución fácil, y para ayuda en el pago de la vivienda, señala la existencia de programas limitados para personas de bajos recursos como Section 8 (Plan 8).
“Se pudiera pensar en otros programas de subsidio al costo de la vivienda, en los que el gobierno aportaría recursos propios”, dice.
Para algunos, Miami, con sus imperfecciones, sigue siendo la tierra de preferencia.
“Estoy aquí desde 1968, amo Miami, vivo bien y tranquilo, y no pienso irme”, escribió César Ulises Rodríguez en Facebook.
Y aunque la ciudad ya no es el paraíso para retirados que parecía hace 30 años, cuando las personas se sentaban en los portales de Miami Beach a balancearse en los sillones mientras disfrutaban de la brisa marina, hay algunos que no planean marcharse.
“No me quiero ir de Miami. Me gusta la ciudad y mis tres hijos están aquí”, concluye Sánchez.
Con información de NH.
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