Puerto Rico, colonia en bancarrota devastada por huracanes y humillada por Trump

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(Miaminews24).- Parece que Dios ha abandonado a Puerto Rico. Desde hace una década la economía no crece y en mayo pasado esta colonia norteamericana se declaró en bancarrota, pero para agravar más la trágica situación de sus habitantes, la naturaleza acaba de azotar al país con dos huracanes que destruyeron pueblos enteros, bloquearon calles e inutilizaron la red eléctrica. Pero eso no es todo, hace unos días llegó el presidente Trump y lejos de ayudarlos, prácticamente los llamó vagos y en la televisión se le vio arrojando a la multitud paquetes de papel higiénico.

Sin embargo hay mucho más en la desgracia de Puerto Rico que aún no termina, hace unos meses Washington envió a la ex ‘salvadora’ o ‘destructora’ de la economía nacional de Ucrania, Natalia Yaresko, de origen norteamericano-ucraniano, para «sacar a Puerto Rico de la crisis».

En realidad, la triste realidad de Puerto Rico tiene una larga historia que comenzó con la invasión norteamericana en 1898. Un año después el ciclón San Ciriaco destruyó el 90% de la agricultura del país, especialmente la producción del café, que era su principal sostén económico. En aquel entonces el 40% de la tierra arable se usaba para los cultivos del café, el 32% para la producción de alimentos, el 15% fue ocupado por cañaverales y el 1% fue destinado al tabaco. En el transcurso de unos dos años después de la ocupación norteamericana, las corporaciones estadounidenses se apoderaron de la tierra con la ayuda de la Ley Foraker (1900) que hizo disolver lo mínimo que quedaba del poder local en manos de boricuas y terminó con la producción de café, convirtiendo el azúcar en el más importante producto puertorriqueño de exportación.

En los años 1930 la desocupación creció hasta un 36% y la mayoría de la población engrosó las filas de los pobres, dependientes en la alimentación de la ayuda de EEUU. Washington declaró el inglés como el idioma obligatorio en la isla y el español fue prohibido. Precisamente en aquellos años el gobierno norteamericano decidió convertir a Puerto Rico en su principal laboratorio en eugenesia para poder controlar el crecimiento de la población para evitar las explosiones sociales o revoluciones. En el caso de Puerto Rico, Washington quería impedir la reproducción de los nativos llamados ‘mestizos’, que fueron considerados por los eugenistas norteamericanos como «portadores de rasgos defectuosos». Desde 1937 hasta 1985, una de cada tres mujeres puertorriqueñas en la edad de reproducción fue esterilizada con la participación de la Escuela de Medicina Tropical de la isla en 67 clínicas de control de natalidad.

Precisamente en este período de tiempo apareció una clase que el periodista José Tirado considera como «pitiyanquis» que lograron ubicarse en el sistema creado por Washington en la isla y establecer buenas relaciones con sus «jefes coloniales». Se crearon varios partidos con la venia de Washington y desde 1952 los boricuas recibieron el derecho de elegir sus gobiernos por voto directo pero siempre sujetos a los poderes del Congreso norteamericano. Por supuesto, ha habido lucha por la independencia del país inspirada y dirigida por patriotas como Pedro Albizu Campos (1891-1965), Feliberto Ojeda Ríos (1933-2005) y muchos otros luchadores independentistas, la mayoría de los cuales fue asesinada, encarcelada y reprimida por programas como Cointelpro (Programa de Contrainteligencia).

Decía el pintor peruano Teodoro Núñez Ureta que para conquistar un pueblo, «lo primero que hacen es robarle el alma». Así hicieron los estadounidenses con la mayoría de los boricuas convenciéndolos a través del miedo, la manipulación y las presiones de que sería mejor congraciarse con los ‘gringos’ y aceptar su dominio que pasar el resto de sus vidas en la cárcel federal o simplemente ser eliminados por apoyar a los independentistas. Para no tener problemas con su conciencia por perder la dignidad y, en especial, debido a la siempre difícil situación económica, 4,9 millones de puertorriqueños se trasladaron al continente, principalmente a New York y Florida, quedándose en Puerto Rico 3,4 millones de habitantes.

De estos 3,4 millones de boricuas, un 47% vive en la pobreza, inclusive un 60% de los niños. Ya una década antes de la llegada de los dos últimos huracanes Irma y María, en los últimos cinco años se perdieron 270,000 empleos (20%) debido al cierre de muchas empresas puertorriqueñas que se consideran por las leyes norteamericanas como extranjeras, obligadas a pagar el 30% de sus ganancias en impuestos federales. La tasa de ocupación era de alrededor del 40%. La tercera parte de la población sobrevivía con los cupones de comida. Todo esto hace acelerar la emigración, que llega a 60.000 salidas anuales. Los huracanes Irma y María, en el mes que acaba de pasar, produjeron ya unos 300.000 nuevos inmigrantes en EEUU, especialmente en Florida, estado que ha declarado emergencia por la llegada de los boricuas. También el Distrito Escolar de Miami-Dade espera recibir a parte de los 350,000 escolares boricuas debido a los cierres de colegios en la isla.

Mucho antes de que Donald Trump declarase que «la isla que está en mitad del océano está literalmente destruida» por los dos huracanes, Puerto Rico ya estaba en bancarrota con la deuda pública de 73.000 millones de dólares y 49.000 millones de dólares en obligaciones de pensiones sin fondo debido al mal manejo de la economía, la negligencia del gobierno federal, la corrupción, el alto costo de energía y el retiro de hace unos tres años de los privilegios fiscales que por décadas el gobierno federal otorgó a las industrias establecidas en la isla. La situación se complica por las relaciones especiales que EEUU mantiene con Puerto Rico, que tiene condición de estado libre asociado, lo que en realidad no le permite a la isla declararse oficialmente en quiebra y recibir ayuda de Washington.

Para remendar la situación, el Congreso norteamericano ha creado la Junta de Supervisión y Gestión Financiera (Promesa) bajo la dirección de la exministra de Finanzas de Ucrania (2014-2016), Natalia Yaresko, quien es considerada por las autoridades estadounidenses como «salvadora» de la economía ucraniana. En realidad, lo único que hizo ella fue destruir más la economía de Ucrania y hacerla endeudar por 20 años más otorgándole la oportunidad a los acreedores de recibir durante estos años el 40% del crecimiento del PIB.

Con un sueldo de 650.000 dólares al año, Yaresko ya puso en marcha las medidas depresivas de austeridad que aumentarán aún más la pobreza y la desigualdad. La Promesa no promete el crecimiento económico hasta el 2024. Esto significa que la Junta de Supervisión que reemplazó al poder legislativo y ejecutivo puertorriqueños no tiene realmente una respuesta efectiva para lidiar con la actual crisis en la isla. Es extraño también que junto con Yaresko apareció en Ucrania un ‘fondo buitre’, el Grupo de Inversión Franklin Templeton, que se convirtió en un importante tenedor de deuda ucraniana. Sorpresivamente, este fondo se ha interesado por Puerto Rico tan pronto como Natalia Yaresko empezó a ‘reestructurar’ la deuda de la isla.

sí funciona el actual sistema neoliberal que no toma en cuenta al ser humano y en este caso a los boricuas y sus sufrimientos, sino los intereses de las grandes corporaciones. El hecho de que el presidente Donald Trump haya demorado 13 días para visitar Puerto Rico después del impacto trágico del huracán María indica el lugar que ocupan los puertorriqueños en los Estados Unidos. La ayuda federal de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), la que tanto está alabando el gobernador de la isla, Ricardo Roselló, y el mismo Donald Trump, que ha declarado que «hemos gastado mucho dinero en Puerto Rico», en realidad no es nada. Según los expertos de la coalición de la Agenda Nacional de Liderazgo Hispano, la menor de las Antillas necesitaría no menos de 70.000 millones de dólares para su recuperación.

Actualmente, EEUU no está en condiciones de crear un ‘Plan Marshall para Puerto Rico’ porque, de acuerdo al economista de la Universidad de California-San Diego, James Hamilton, Norteamérica no tiene dinero pues su «propia deuda actual es de 70 millones de millones de dólares» (70 trillones). Por lo tanto es fácil calcular por qué tomaría seis meses a la FEMA y a otras agencias norteamericanas restablecer la electricidad en la isla y reubicar a 50.000 familias que se quedaron sin techo. Puerto Rico, desde 1898 sigue siendo para la mayoría de norteamericanos, como reconoció el mismo presidente Trump, una «isla en medio de un océano» y el 47% de los compatriotas del presidente ni siquiera saben que los puertorriqueños tienen la nacionalidad estadounidense.

Entonces, tomando la tragedia desde este punto de vista, la desgracia de los boricuas es su propio problema y no concierne tanto a los norteamericanos. Para Trump y su entorno los 16 muertos boricuas son nada en comparación con 1.800 fallecidos por el huracán Katrina. Por supuesto, según los comentarios del presidente, Washington aportará alguna ayuda a los puertorriqueños, pero ni deben soñar con un rescate histórico. Trump lo confirmó, tirando al aire a los vecinos de Guaynabo rollos de papel higiénico imitando el gesto de un lanzamiento de baloncesto.

Puerto Rico ha quedado indignado por la burla de Donald Trump, pero qué les importa al presidente y a la mayoría de sus paisanos los sentimientos y sufrimientos de los habitantes de una colonia que «está lejos en medio de un océano». Ya es hora para los puertorriqueños de reaccionar, entender y acordarse de la enseñanza de ‘El Maestro’, Pedro Albizu Campos: «Aquel que no está orgulloso de su origen, no valdrá nunca nada, porque empieza a despreciarse a sí mismo».

Fuente: Sputniknews.com