(Miaminews24).- Con el agua hasta la cintura en un arroyo rápido, Indigo Catton perdió el equilibrio. Detrás de ella, su compañera de senderismo, Caitlin Olson, estaba demasiado lejos para poder ayudarla.
Habían tenido un largo día caminando por la Sierra Nevada en el Pacific Crest Trail; ya habían cruzado dos riachuelos difíciles y estaban apresuradas por llegar al próximo paso de montaña antes de caer la noche.
Cuando el exhausto par llegó al tercer arroyo, cerca de las 7 p.m., las aguas estaban crecidas por la ola de calor de mediados de junio. Instintivamente, Catton se lanzó hacia adelante y se tomó de las cañas que colgaban sobre el banco, para evitar caer en la corriente. “No tuve tiempo de pensar”, afirmó la mujer, recientemente graduada de la universidad. “Ahora que lo recuerdo, fue aterrador”.
Las fuertes lluvias de este invierno plagaron de nieve la zona, cubrieron los caminos e inundaron los ríos; todo ello hace ahora que las caminatas veraniegas en California sean más traicioneras que de costumbre.
Las historias son desgarradoras. Algunos excursionistas han caído en arroyos rápidos y fueron arrastrados por la corriente; varios se ahogaron. Otros se deslizaron por empinadas laderas nevadas, llenas de hielo incluso mucho después en la temporada que en años típicos.
Algunos segmentos del Pacific Crest Trail -la emblemática ruta de 2,600 millas que recorre la costa oeste y atrae a miles de senderistas cada año- están tan anegados por la nieve que los excursionistas pierden el camino y pasan horas intentando recuperar terreno.
El 24 de julio, el cuerpo de Rika Morita, una senderista de 32 años y oriunda de Japón, fue recuperado del río Kings después de estar desaparecido durante casi un mes.
Durante el fin de semana, rescatistas de Yosemite recuperaron el cuerpo del chino Chacoui Wang, de 27 años, de un río en Kerrick Canyon.
El 31 de junio, Anya Sellsted, de 31 años de edad, cayó en un arroyo correntoso en el Parque Nacional Yosemite mientras cruzaba por un tronco, y pudo salvarse tomándose de las ramas que colgaban del banco. Asustada por la experiencia, Sellsted se marchó de la Sierra por un mes antes de intentarlo nuevamente.
A comienzos de julio, siete senderistas en Yosemite vagaron por el camino, escondidos bajo una espesa nieve, y pasaron horas perdidos en la oscuridad.
Si bien la situación no disuadió a muchos senderistas de largas distancias, otros cientos decidieron olvidarse de la Sierra este año y recorrer terrenos más sencillos.
En una publicación destinada a un grupo de Facebook de 15,000 miembros, Jack Haskel, especialista en información de la Asociación de Pacific Crest Trail, advirtió a los senderistas que tuvieran cuidado. “Realmente la zona es peligrosa. No lo subestimen”, escribió. “Me preocupa que alguien muera. No es un chiste. Cuídense. ¿Tienen la aptitud y las habilidades para hacer este tipo de actividad con seguridad? La mayoría de la gente debería esperar a que se derrita la nieve”.
Los ríos de Sierra Nevada han crecido y generado inundaciones a niveles traicioneros, matado nadadores e incitado a funcionarios a cerrar senderos. Este año, cerca de una docena de personas se ahogaron solamente en el río Kern.
Haskel y otros funcionarios creen que lo peor terminó a mediados de junio, cuando los ríos y arroyos llegaron a sus más altos caudales; además, la mayoría de los senderistas ya está ahora fuera de las Sierras. Sin embargo, el peligro continúa. La zona “contará con extensa nieve” hasta bien entrado agosto, predijo Haskel. “Hemos pasado el riesgo máximo, pero aún es desafiante y arriesgado estar por el área”, aseguró.
A mediados de junio, Ying Tan estaba cada vez más insegura acerca de su habilidad para terminar el resto de la marcha por Sierra Nevada. Había comenzado su camino hacia finales de marzo en México y sabía que otros senderistas más adelantados en la marcha sufrían para cruzar los ríos; además, se esperaba una ola de calor en el sur de California, lo cual aseguraba el derretimiento de más nieve y la crecida e ímpetu de los arroyos.
Cuando nevó en la noche del 10 de junio, la mujer, de 33 años, prestó atención a la ominosa señal y decidió evitar la Sierra Alta, para tomar en cambio el camino 280 millas al norte.
“El cruce del agua se estaba poniendo muy feo”, explicó Tan, reconociendo que la decisión de evitar un tramo del sendero había sido difícil de tomar. “La gente se caía en los arroyos. Yo no quería estar en esa situación”.
En un descanso de la marcha, en Independence, California, a mediados de julio, Will Hiltz se preparaba para dejar atrás a su novia y compañera de caminata, Stacy Kellogg. La mujer se había sentido insegura en los rápidos arroyos, por lo cual decidió esquivar la sección siguiente y reencontrarse con Hiltz una semana después, en Mammoth. “La velocidad y la cantidad de galones que corren por segundo es sorprendente”, afirmó él, quien recorrió el mismo sendero hace una década. Hiltz recordó un sitio particular, en la porción del sur de California, donde ambos cruzaron “una corriente revuelta, infernal”. “Algo que antes uno casi podía cruzar sin mojarse los pies, ahora me llegaba hasta el pecho -mido 6’3’’- y fluía a un ritmo increíble”, dijo.
Hiltz contó que ha viajado más lentamente de lo normal para él y demorado más días en buscar lugares seguros junto a los arroyos -un tronco caído, aguas más superficiales- para poder cruzar. Aunque no ha pensado en evitar ningún tramo del sendero, conoce a otras personas que sí esquivaron las sierras.
El año nevado también generó problemas inesperados, como un mayor riesgo de quemaduras en la piel. “Quema enormemente”, dijo la senderista Annie Varnot, quien sufrió quemaduras leves por el fuerte reflejo del sol en la nieve.
A pesar de los peligros, los excursionistas de este año se maravillaron con el paisaje transformado de Sierra Nevada, lleno de prados exuberantes y florecidos, después de años de sequía.
Sellsted volvió a California a mediados de julio, después de un mes alejada de la Sierra, en el cual recorrió una porción del camino en Washington. Los arroyos estaban más bajos, y la mujer se sintió allí más segura que antes. El tronco del cual cayó en junio ya había desaparecido; quizás fue arrastrado por la corriente, piensa.
Para Sellsted, quien tenía temor a las montañas, Sierra Nevada había sido “un obstáculo imposible”. Pero el insaciable deseo de caminar y la belleza de los picos de la Sierra -desde los lagos helados hasta los cañones cubiertos de nieve- la llenaron de melancolía. “Ahora”, dice, “sólo los extraño”.
Miaminews24.