(Miaminews24).- Acompañado tan solo por rabinos y familiares, Donald Trump se ha convertido este lunes en el primer presidente en activo de Estados Unidos en acudir al Muro de las Lamentaciones. El hito histórico quedó reducido sin embargo a la categoría de acto privado y excluido del programa de su visita a Israel y Palestina. Ningún representante oficial del Estado hebreo se sumó a la comitiva, en la que figuraban su esposa, Melania, así como su hija Ivanka y su marido, Jared Kushner, ambos de religión judía.
Tocado con una kipá negra, el mandatario estadounidense ha permanecido en actitud de recogimiento durante unos minutos ante el muro al que la tradición hebrea considera como el único resto visible del gran templo judío destruido por el Imperio Romano durante el siglo I. Tras colocar su mano sobre el paredón, ha introducido en uno de los intersticios de los bloques de piedra un papel doblado, en un ritual en el que generalmente se expresan deseos o plegarias.
Trump también visitó en la Ciudad Antigua de Jerusalén la basílica del Santo Sepulcro, meta de las peregrinaciones cristianas a Tierra Santa. Fue recibido por los responsables de las confesiones —católica, griega ortodoxa, armenia y copta, entre otras– que comparten el templo. Las imágenes de su visita pudieron observarse a través de las cámaras de seguridad policiales distribuidas por el canal público de televisión KAN.
Ambos lugares sagrados están situados dentro del recinto amurallado de la Ciudad Vieja y por lo tanto pertenecen al territorio ocupado desde 1967 de Jerusalén Este, que la comunidad internacional no reconoce como territorio israelí después de que fuera anexionado. De manera que la primera visita al Muro de las Lamentaciones de un presidente estadounidense en el ejercicio de sus funciones, se ha transformado una estricta gira privada bajo el control exclusivo del servicio secreto de EE UU. En el programa de actividades facilitado a la prensa por las autoridades israelíes no figuraban los dos hitos religiosos del paso de Trump por Tierra Santa.
Fuente: EL PAÍS
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