Suculento y afilado primer debate presidencial de 2016 en EE.UU

1366

Se esperaba un «todo sobre Trump», pero el primer gran debate de las elecciones de 2016 en Estados Unidos tuvo bastante más: una apertura de serie de televisión, varios encontronazos memorables y un plantel de candidatos dispuestos a evitar que el magnate inmobiliario siga adueñándose de la campaña.

Conjurados a ofrecer una noche de buena televisión, los moderadores de la cadena Fox arrancaron el debate con fuegos artificiales que parecían destinados a encender al imprevisible y visceral Donald Trump.

«¿Hay alguien en este plató, y puede levantar la mano, que no está dispuesto a prometer hoy su apoyo al eventual nominado del partido y que no presentará una campaña independiente contra esa persona?», preguntaron los moderadores.

Trump no tardó ni medio segundo en levantar la mano y decir sin titubear que él no puede hacer esa promesa, lo que le granjeó abucheos del público y también algunos aplausos.

Desoyendo el consejo de evitar chocar contra el magnate, el senador por Kentucky Rand Paul se atrevió a lanzarle a la primera de cambio: «dice eso porque está acostumbrado a comprar políticos de toda índole, como los Clinton».

Pero nadie fue más duro con Trump que los tres moderadores de la Fox, que parecían empeñados en sacar todo el jugo televisivo que prometía el mes y medio de campaña plagada de exabruptos y salidas de tono del magnate neoyorquino.

En su primera pregunta individual, la presentadora Megyn Kelly puso contra las cuerdas a Trump al recordarle su historial de comentarios misóginos con varios ejemplos como «cerdas gordas».

Sin inmutarse y con la bravuconería que le caracteriza, Trump le dijo que el principal problema del país es la corrección política y que él no tiene tiempo para eso.

«Los comentarios que yo hago son divertidos, lo pasamos bien, si no te gustan lo siento, he sido amable contigo, pero podría no serlo por la manera en que me estás tratando», le espetó.

Pese a que en los primeros momentos del debate parecieron ciertas las apuestas de que sería un «todo sobre Trump», el resto de candidatos evitó por todos los medios darle más protagonismo del que ya ha tenido en el último mes y medio.

Jeb Bush, segundo en los sondeos y favorito hasta la irrupción del magnate en la campaña, evitó el cuerpo a cuerpo con su rival y se esforzó por parecer «presidenciable» y sereno frente a la extravagancia del magnate.

El exgobernador de Florida negó haber insultado alguna vez a Trump, pero sí dijo que «su lenguaje es divisor» y que el partido «nunca ganará dividiendo», sino con un mensaje optimista, del que se presenta como adalid.

Trump y Bush fueron los que más minutos de palabra tuvieron en las dos horas de debate, con unos 10 y 8 respectivamente, mientras que algunos candidatos parecieron desaparecer en algunos momentos: «¿Dónde está Ben Carson? ¿Dónde está Ted Cruz?», se comentaba en las redes sociales.

Rand Paul, aunque quedó el último en minutos de palabra, se esforzó de principio a fin por tener protagonismo y presentarse como un «republicano diferente», lo que le llevó a ser parte de los grandes encontronazos de la noche, con Trump en varios momentos y otro con el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie.

El rifirrafe con Christie fue a cuenta del controvertido programa de recolección de datos de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por su sigla en inglés).

«Tenemos que dar más herramientas, no menos, a los que garantizan la seguridad nacional», defendió Christie, que blandió su experiencia como fiscal general de Nueva Jersey tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en la vecina Nueva York.

Paul, de ideología libertaria, llamó a «recopilar más datos de los terroristas y menos de los ciudadanos», a lo que Christie, conocido por su fuerte e imprevisible carácter, le espetó: «esa es una respuesta completamente ridícula».

«Estás teniendo una noche difícil», le dijo Trump a Paul en otro momento del debate, cuando el libertario arremetió contra las donaciones del magnate a los demócratas aprovechando que los moderadores, una vez más, trataron de provocar al multimillonario con una incisiva pregunta: «¿Cuándo se hizo usted republicano»?.

«A Hillary Clinton le dije ‘ven a mi boda’ y vino a mi boda. No tenía elección. Yo había donado a su fundación», explicó Trump sin reparo alguno.

«Doné a una fundación que se suponía que iba a hacer el bien. No sabía que el dinero serviría para pagar aviones privados en todo el mundo», añadió el magnate.

En comparación con el deslucido y tedioso debate de los siete candidatos menos populares, la conversación de los favoritos republicanos hizo vibrar al pabellón del equipo de baloncesto de Cleveland (Ohio), los Cavaliers, con capacidad para 20.000 personas.

En ese espacio, desoladoramente vacío en el primer debate emitido unas horas antes, se nominará al candidato republicano en la convención del partido entre los días 18 y 21 de julio de 2016.

Dos famosos se colaron en la crónica de esta noche: Steven Tyler, cantante principal del grupo de rock Aerosmith y que acudió como público, y la estrella televisiva Kim Kardashian, que se tomó un selfi con la favorita demócrata Hillary Clinton en un evento de recaudación de fondos para su campaña en Hollywood.

Suculento y afilado, el primer gran debate de las elecciones de 2016 ha servido sin duda para animar una campaña republicana eclipsada hasta ahora por los exabruptos de Trump y marcada por la lucha de 17 candidatos por abrirse paso en las primarias más concurridas de la historia moderna del país.

Cristina García Casado EFEUSA